[…]–¿Por qué estás aquí Carolina?– sin pensarlo mucho me interesé por el motivo de su llegada.

–Mi familia a través de los servicios sociales me buscaron este lugar. Ellos no tienen dinero para pagarme un centro siquiátrico privado, el adecuado para mi problema, que está en Estados Unidos y esto lo paga el Gobierno regional, no nos queda otra.

–Siempre estás sonriente, eso es bonito, no te veo nada anormal– le dije yo intentando exhibir mi mejor sonrisa y subir mis cejas hasta arrugar mi frente como un feo gorila africano.

–Tras mis dientes se ocultan mis miedos– me dijo escondiendo la mirada entre las sombras de los pinos que rodeaban nuestro distraído paseo. En ese momento Manuel dirigía a Sonia hasta su habitación, la sujetaba del brazo para que no se agachase a por más piedras.

Nos acercamos al muro que nos separa del exterior, en ese instante circulaba un camión por el camino que conducía hasta el pueblo. La música que sonaba en el interior de la cabina debió gustarle a Carolina porque de repente comenzó a bailar durante unos minutos, sin dejar de sonreír y acariciando el aire con sus manos.

–Me encanta Michael Jackson– exclamó mirando al cielo, y a continuación alzó su mano apuntando a las nubes que casi ocultaban el Sol…


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