Amnesia X
Relatos Cortos / 10 abril, 2019 / Mario Gragera-Buenos días Diego, ¿listo?
-Sí, cojo mi chaqueta y nos vamos- contesto a uno de mis escoltas.
Vamos al juzgado a una de mis visitas rutinarias para pasar el control al que me veo obligado.
Pasado el trámite en el juzgado permanezco en la puerta de mármoles gastados y espero por indicación de mis guardaespaldas. Toda vez han examinado el entorno y comprobado que no hay moros en la costa, uno de mis escoltas, el más alto que creo se llama Rodrigo, me hace señas para que avance hacia el vehículo en el que he de acomodarme de nuevo en los asientos traseros.
Pasado un tiempo me fijo en el policía que conduce, no dejar de mirar por el espejo retrovisor.
Mi corazón se acelera a gran ritmo – ¿qué ocurre, nos siguen?
-Permanezca tranquilo no pasa nada- me dice el otro policía que no recuerdo su nombre y va junto al conductor.
Me giro y veo un coche oscuro que parece que nos sigue, así durante varios kilómetros. Mi pavor va en aumento, debo tener la cara roja y el sudor frio; parece que de nuevo tengo a los malos persiguiéndome para mandarme a criar malvas. Nuestro coche gira bruscamente por una calle, al momento miro por la ventana trasera y no los veo. Pasan los minutos, sigo observando por la ventana trasera, no veo que nos siga ningún vehículo oscuro o cualquier otro. Suspiro y maldigo para mis adentros. Lo que parecía una persecución resultó una falsa alarma, o… por el contrario conseguimos dar esquinazo a los que me acechan.

De camino al piso franco en el que me veía recluido como mi nueva cárcel pienso en mis hipótesis del caso, sigo dando vueltas en mi cabeza al extraño del bigote y Emma.
Debo intentar hablar con Lidia sobre este asunto de nuevo, sino nos lleva a ninguna pista me centraré en otra línea de investigación. Las extrañas muertes y sus causas, eso podría ser otro camino a seguir.
Ya en mi nuevo hogar me cambio de ropa, al menos intento estar lo más cómodo posible. Agarro mi teléfono y llamo a la policía de mis amores, espero que me lo coja.
-Sí, Lidia soy Diego, podríamos vernos necesito hablar contigo, me estoy volviendo loco aquí encerrado sin poder hacer nada, me veo impotente y frustrado.
-De acuerdo Diego intento pasar por allí en cuanto pueda, yo también he de hacerte unas preguntas- dicho esto no me dejó contestar, colgó de inmediato, muy seria, en su tono habitual cuando está enfrascada en su trabajo.
Me paso varias horas dando vueltas, arrastro mis pantuflas por la vieja alfombra descolorida que hay en el pequeño salón, de paredes blancas con algo de moho en algunas zonas bajas junto a los zócalos de viejo mármol, muebles viejos, y pasados de moda. La televisión que funciona, aunque a veces se le va el color, pero no la necesito, no tengo paciencia para ver las estupideces que suelen poner.

Cuando estaba quedándome dormido tumbado en el sofá de tela oscura y algo raída que está colocado bajo la única ventana del pequeño salón, llaman a la puerta y me levanto dando un respingo, abro y veo a Lidia que saluda a sus compañeros que hacen guardia y entra en mi nuevo hogar.
-Toma asiento debes estar cansada de perseguir a delincuentes- le digo algo sonriente intentando ser amable – ¿un café?- le pregunto continuando con la cortesía.
-No, gracias – me contesta seria, su rostro muestra síntomas de agotamiento, es la primera vez que la noto realmente fatigada.
-Diego no tengo mucho tiempo, supongo que tu memoria sigue sin recuperar cualquier mínimo detalle de lo sucedido aquel día. Estamos casi seguros que las muertes de aquellas personas pudo deberse a algún tipo de droga o sustancia que hizo perder la chaveta aquellos pobres desgraciados. En la última prueba analítica, siguiendo otros procedimientos distintos a los habituales, parece que se han encontrado algunos restos de un producto químico de difícil nombre, pero en tu caso no aparecen una vez analizada tu sangre de nuevo, eso no te deja en buen lugar. El juez no sabe nada, de momento he dado orden de que permanezca en secreto, pero no voy a poder dejar que pase mucho tiempo hasta que se ponga en conocimiento del magistrado al cargo del caso.
Quedé de nuevo inmóvil sin saber que decir, jodida memoria, sigo sin poder recordar absolutamente nada de lo ocurrido aquel fatídico día.
-¿Qué tipo de sustancia?- es lo único que sale de mi boca por no permanecer callado (el que calla otorga).
-Es un derivado mucho más potente de la conocida metilendioxipirovalerona un muy poderoso psicoactivo, nunca antes lo habíamos visto. Pensamos que esta droga hizo comportarse de forma muy agresiva a los que la tomaron.
-Bueno a Joaquín Ramírez Tolosa le gustaba tontear con drogas como pude saber. Yo también hice algunos deberes. Puede que esta nueva droga está en el mercado, no sería la primera vez que salen nuevas sustancias y se le fue la mano. Ellos eran amigos, seguro que cómplices de juergas y eventos de todo tipo, no sé qué pensar, la verdad – le digo a la seria policía que tengo delante, me observa con la mirada fija en mí sin pestañear.
-Sí, hemos seguido la pista de Joaquín y dimos con su camello habitual- me dice Garmendia- un joven de 29 años, vivía en un barrio obrero con sus hermanos, se ganaba la vida trapicheando con todo tipo de sustancias ilegales además de dedicarse esporádicamente a las reparaciones, reformas y fontanería. Algunas veces hizo algunos pequeños trabajos en la empresa de Joaquín.
-Observador como soy, me doy cuenta que hablas en pasado de este sujeto ¿porqué?- le pregunto, atento a todo lo que me dice la guapa y seria policía.
-Lo hemos encontrado muerto hace unas horas.
SUSCRÍBETE A MI BLOG