Amnesia XIV
Relatos Cortos / 8 mayo, 2019 / Mario GrageraLidia observa por la ventana, los perros continúan ladrando con insistencia, decide salir fuera arma en mano para echar un vistazo.
-Permaneced aquí y alejaos de las ventanas- nos dice en voz baja. Gabriel apaga la lámpara y nos quedamos a oscuras.
-Voy a cerrar la puerta trasera Diego – oigo en la oscuridad como me habla nuestro anfitrión con su acento extranjero. Yo permanezco sentado en una de las viejas sillas en un rincón de la pequeña casa de madera.

Oigo un fuerte golpe en la parte de atrás de la casa, me asusto y salgo por la puerta principal en busca de Lidia, apenas había andado unos metros tropiezo con una piedra, mi tobillo se tuerce y caigo rodando por la pequeña ladera. Mi cuerpo deja de rodar al toparse con el tronco de un árbol, el golpe me deja mis costillas doloridas durante unos minutos, en los que me cuesta trabajo poder respirar.
Cuando consigo recuperarme me incorporo algo aturdido, intento situarme para ver dónde está la cabaña en la que se esconde Gabriel. Oigo el crujir de ramas secas, alguien se acerca, miro a todas partes muy asustado.
A pesar de estar la Luna casi llena y haber buena visibilidad no consigo distinguir bien lo que me rodea, mi estado de pánico aumenta por momentos. Sigo oyendo a alguien que se acerca, veo una sombra a unos metros, me agacho y me intento esconder tras unas rocas.
El miedo me tiene totalmente paralizado, permanezco detrás de las grandes piedras, agachado, esperando que no me encuentre sea quien sea. De repente una mano se apoya en mi hombro lo que me hace dar un respingo y grito asustado.
-Tranquilo Diego soy yo – Garmendia me había encontrado, cojo su mano para que me ayude a levantarme.
-No he visto nada extraño ni a nadie, volvamos a la cabaña ¿Por qué cojeas? Me pregunta la valiente policía.
– Luego te lo explico – le digo sujetándola por la cintura mientras caminamos por la pendiente en dirección a la casa refugio. – Me asusté al oír un fuerte golpe en la parte de atrás de la cabaña, Gabriel fue a cerrar la puerta trasera – al acabar la frase compruebo como Lidia acelera el paso y me hace andar más rápido, lo que produce que mi tobillo se resienta.
Lidia me hace señas para que permanezca en la entrada, ella entra en el interior de la cabaña con su arma apuntando a todas partes, está todo a oscuras – sígueme, detrás de mí- me dice en voz baja. No oímos nada, parece que esta todo en orden, ya no se oyen a los perros.
-Tranquilo no pasa nada, falsa alarma, seguro que Gabriel está por aquí – me dice Lidia en tono tranquilizador, mientras tanto enciende la pequeña lámpara de gas y la vuelve a colocar sobre la mesa. Llamamos a Gabriel al unísono esperando que apareciese en cualquier momento, y nos contase que se había tropezado o algo parecido, lo que habría producido el golpe que me asustó y me hizo salir corriendo.

A los pocos minutos sin que apareciese nuestro anfitrión norteamericano, nos adentramos en la parte posterior de la casa de madera donde debía estar la cocina y habitaciones.
Vemos lo que parece ser una habitación que tiene la puerta entreabierta Lidia entra y alumbra con la lámpara.
-¡Mierda! – gritó Garmendia sacando de nuevo su pistola con su mano derecha mientras sostiene la lámpara con la izquierda, la veo que se mueve en círculos apuntando con su arma a todas partes, yo permanezco fuera de la habitación, no entiendo que está ocurriendo. Al poco tiempo me adentro un poco y veo algo grande colgando de uno de los redondos troncos que hacen de viga en el techo de madera.
-¡Joder es Gabriel, esta ahorcado! – grito muy asustado.
– ¡Salgamos de aquí cagando leches! – me grita Lidia dándome empujones.
Corro como puedo tras ella en dirección al coche. Nos alejamos de la zona por el accidentado y peñascoso camino en dirección a la carretera.
Lidia, después de comunicar nuestro macabro hallazgo, decide poner rumbo de nuevo a la ciudad.
Conduce inquieta mi compañera de batallas, Después de varios kilómetros el silencio lo rompe Lidia de repente.

– Como yo lo veo Diego, los sabuesos del gobierno, no sé si los nuestros o los yanquis, seguramente son los que están eliminando las piezas que sobran de todo este asunto. No es la primera vez que tengo conocimiento de estos experimentos y atrocidades. Por lo que sabemos Gabriel, ante su insistencia y sintiéndose agradecido por todo lo que había hecho por su hijo, le facilitó a Emma toda la información de que disponía. Emma acostumbrada a moverse bien por las altas esferas seguro que atesoraría muy bien todos los informes que Gabriel le facilitó, al fin al cabo esa información sensible y tan delicada es poder y Emma lo sabía. Podría poner contra las cuerdas a mucha gente poderosa.
-Tendrían conocimiento de todo y de todos los que os reunisteis a comer. Os llevarían vigilando durante meses. Estoy convencida de que Emma realmente te invitó para que le ayudases a darle forma a toda la información que guardaba celosamente, es probable que quisiese que parte o toda esa información fuese difundida y ahí entrabas tú en juego.
-Decidieron acabar con todos vosotros antes de que hicieseis uso de temas tan espinosos, y comprometieseis a mucha gente con poder de este país y de Estados Unidos.
-Tú sigues siendo otro cabo suelto al que hay que eliminar, ellos no saben lo que recuerdas o no y ante la duda mejor que desaparezcas.
Oír de boca de Lidia todas sus conjeturas, muy bien hiladas, me dejó de nuevo con la sensación de que mi vida no valía ni un mísero céntimo.
– Utilizaron al camello de Joaquín para que le pasase la fatal droga, y luego lo mataron. Joaquín desconocería los planes de Emma y pensó que aquello era otra reunión más de amigos. Sabedores de que le gustaba probar drogas y divertirse, el camello le daría indicaciones para echarla en el vino o en alguna otra bebida sin que os dieseis cuenta, y lo que ambos pensaron que os causaría risas y diversión se convirtió en la carnicería que ya conocemos.
– Pero yo también bebí vino y bastante, y no me convertí en una bestia asesina – interrumpí la exposición de Lidia.
– Seguro que bebieron algún licor después de la comida y tú seguirías con el vino, he visto como disfrutas del tinto Diego, y después de comer te gusta seguir bebiéndolo, con eso no contaban los malos. Dieron por sentado que brindarías con ellos y beberías lo mismo que el resto, pero no lo hiciste y por eso pudiste salir de allí con vida.
– Eso es cierto, no suelo beber licores y bebidas con alto grado de alcohol, no me sientan nada bien. Es muy probable que tu hipótesis pueda acercarse a lo que realmente ocurrió – le digo a Lidia mientras tengo la mirada perdida en la carretera.
-Tengo contactos con gente de muy arriba Diego, es posible que podamos hablar con el ministro del interior y contarle todo lo sucedido, es un político lo sé, pero no es mal tipo por lo que me cuentan mis superiores. Si no está involucrado en toda esta mierda puede que nos ayude y darte la protección necesaria, tiene los medios para ello.
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