Mi puñetera oreja izquierda 2
Relatos Cortos / 29 mayo, 2019 / Mario GrageraYo me he dedicado en estos últimos años, no sabría precisar si tres o veinte, a escribir en cuadros. Sí, escribir sobre lienzos ya pintado por otros (algún disgusto que otro le di a mi familia al escribir en cuadro ajeno en casa ajena). Me gusta escribir mis poemas, pensamientos o ensayos sobre lienzos, principalmente con lápiz o bolígrafo, lo que tenga más a mano no soy ningún maníaco, lo importante es lo que uno artísticamente deja sobre el lienzo.
Un mal día tuve la idea de quitar la parte inferior del marco de un cuadro que me regalo un amigo (ahora lo llamo Gauguin). El cuadro tenía un cristal que protegía el lienzo, lo que me impedía poder plasmar todo mi arte sobre la tela pintada. Al intentarlo estando el cuadro colgado de la pared, no recuerdo que parte sin querer golpeé que se astilló el cristal por la mitad, cayó la primera al suelo y la segunda mitad de afilado cristal sesgó mi oreja izquierda, al encontrarme yo agachado recogiendo cristales rotos, momento fatídico e imborrable, recuerdo que todavía perdura en mi maltrecha memoria.
Transcurrieron varios meses, yo sin oreja y totalmente deprimido, hasta que recibí una buena noticia por parte de mi hermano mayor.
Mi acaudalada familia habló con nuestro médico de siempre el doctor Garcés, que nos recomendó a una empresa experta en nuevas prótesis experimentales y muy caras.
La oreja que se me implantó estaba aún poco probada, en fase final de estudio, oreja de quita y pon. Un prestigioso cirujano hizo el trabajo de reparación y ensamblaje. Me usaron de conejo de indias, y después de muchas pruebas, muchas idas y venidas a esa clínica del demonio que tan amargos recuerdos me trae, finalmente consiguieron que yo tuviese la única oreja en el mundo que funciona por bluetooth o alguna mierda de esas de control remoto.

Esta tecnología de última generación me permite poder usarla como aparato de recepción de sonidos remoto. Insertaron dentro de mi cabeza una pequeña placa electrónica que recoge el sonido que capta mi oreja electrónica y mi cabeza a través de esta tecnología que capta los sonidos del exterior me los interpreta para yo entenderlos, bueno algo así fue la explicación que me dieron después de la operación que duró más de seis horas. Así pues, puedo quitarme la oreja y volver a colocármela con un simple click, encaja a la perfección. Es todo un adelanto de la ciencia, que no puedo ir mostrando alegremente por recomendación de los abogados de la prestigiosa firma Schniepper Lebensart, dueños de la clínica en la que me operaron. Me hicieron firmar una ingente cantidad de documentos confidenciales.
Esta costosa operación fue sufragada por mi adinerada familia, hecho éste que me lo recuerdan con una frecuencia mayor de lo que a mí me gustaría.
Mi largo cabello y mi gorra orejera me ayudan a disimular mi espacio auditivo, normalmente poca gente se fija en las orejas de la gente, lo cual agradezco. También me sirve para visitar galerías de arte o particulares, a los que les compro sus cuadros para luego yo escribir mis poemas y pensamientos sobre ellos. Algunas de mis creaciones consigo venderlas a amigos y familiares principalmente, sé que casi siempre lo hacen porque consigo llegar a irritarles con mis, para ellos, absurdos comportamientos, pero es un buen dinero que aprovecho para nuevas adquisiciones.
De todos es sabido, principalmente entre los artistas innovadores como yo, que la incomprensión hermanada con la descalificación forma parte de nuestro día a día, mes a mes y no pare de contar usted.
Cuando no estoy en estos menesteres procuro acudir al bar de mi amigo José Luis en el que hoy me encuentro alcahueteando, otra de mis pasiones desde que la oreja nueva llegó a mi vida.
Observo a los dos pelones mientras pongo atención a la conversación entre ambos. El desdentado mira con cara de pocos amigos a José Luis, de naturaleza tranquila, esperando sus cañas y aperitivos. Hoy nos ofrece molleja con tomate y pimientos rellenos de bacalao todo un lujo para lo que suele ser habitual en tan poco aristocrático establecimiento, de gran solera, eso sí, y poco lustre.

Escribí sobre un pequeño cuadro que me había guardado José luís un día de prisas y ajetreo. Aprovecho el advenimiento de una inspiración repentina.
Amor de primavera,
que sangre aun no me altera.
Sí, un poco de carraspera,
cogí frío por el viaje en carretera.
Para verte amo tus caderas,
para verte amo tus peras.
El tiempo de pronto no espera,
me produces nervios, tengo cagalera.

Me servirá como escusa para acercarme a la mesa de los extraños de ropa militar. Les ofreceré mi arte que a buen seguro rechazarán, pero yo en el desvío de atenciones podré recuperar mi oreja escondida.
Así lo hago, con la lentitud propia de un galápago me acerco sin que se den cuenta, mientras fijo la vista debajo de la carpeta de los individuos y observo mi oreja oculta.
-¿Buenas tardes amables señores, estarían interesados en adquirir mi última creación?- les pregunto sonriente a la vez que apoyo mi mano sobre la mesa y rozo con mis dedos la oreja debajo de la carpeta acartonada color marrón.
-No nos interesa- me dice uno de ellos con el gesto serio, mueve el vaso de cerveza que sostiene indicándome que me retire de nuevo a mi sitio.
Me doy la media vuelta pero conseguí coger la oreja sin que de ello se percatasen –misión cumplida – me digo en voz baja. José Luis se acerca – ¿otro cacharro amigo?- a lo que asiento con la cabeza. El amable camarero de su propio establecimiento me prepara otra refrescante bebida con otra aceituna sumergida en ella que previamente se había hecho el haraquiri.
Al poco tiempo veo como se marchan los dos sospechosos de algo que sospechar a alguna parte, salgo copa en mano a la calle y apunto en la palma de mi mano izquierda la matrícula del vehículo que conducen para irse, con este acto consigo dos cosas: que no se pierda el número de la matrícula y derramar mi bebida.
-Mañana me acerco a ver a mi amigo Dionisio el policía municipal y le doy datos, he de averiguar más de estos dos extraños “mortadelos”- hablo solo, una señora que arrastra su carro de la compra pasa junto a mí y me mira extrañada, debe pensar que estoy hablando con ella.
SUSCRÍBETE A MI BLOG