Me despierto con un fuerte dolor de cabeza, me toco la oreja izquierda sigue en su sitio. Estoy a oscuras no veo casi nada. Me levanto de la pequeña cama en la que debo de haber pasado las últimas horas. No recuerdo cómo he ido a parar a esta habitación, me deben haber drogado, supongo… ¿Dónde estarán Alicia y el Hikikomori?

 -Joder con lo bien que estaba yo con mis rutinas diarias, paseos por el barrio, mi aperitivo en el bar de José Luis, después de darle la tabarra a Federico, mi director de banca favorito. Mis momentos gratos de inspiración en los que dejaba mis manchas poéticas en obras de arte, pero no, me tengo que meter en cañiza de once varas, y ahora estoy encerrado en una oscura habitación que…- me acerco a la puerta y confirmo que está cerrada con llaves, no puedo salir.  Compruebo las ventanas, están todas cerradas con contraventanas de madera que no dejan ver el exterior – ¿estaré en Japón?- me pregunto muy desconcertado. 

Oigo a personas que están al otro lado de la puerta, acerco mi oreja pero no entiendo nada, creo que hablan en inglés.

Encuentro una vieja percha de alambre en un pequeño armario, esto me da una idea. Consigo hacer un artilugio de alambre medio retuerto para que la oreja quede enganchada y la pase por debajo de la puerta para poder oír lo que dicen con claridad, acabo de recordar el modo grabación que el invento auditivo lleva incorporado, lo usé en una sola ocasión. Si no recuerdo mal hay una pequeña protuberancia en el lado interior del lóbulo de la oreja que debe ser un pequeño botón que activa el dispositivo para grabar la conversación.

Empujo con el alambre la oreja por debajo de la abertura inferior de la puerta y la coloco a un lado no sea que alguien se acerque para entrar y la pise.

Oigo como se acerca otra persona y ahora parece que hablan en español, pero no consigo entender nada. Esperaré a escuchar la grabación.

-Bien por la vagancia española para aprender idiomas. ¡Viva España, viva “er Beti”! Céntrate Jaime, estamos a lo que estamos.

Pasados unos veinte minutos consigo con algo de dificultad recoger la oreja que casi la pierdo al otro lado de la puerta. Me la vuelvo a colocar y aprieto de nuevo el pequeño bulto para escuchar lo que ha grabado mi oreja, mientras me tumbo en la pequeña e incómoda cama.

La conversación en inglés, idioma que manejo muy poco, no me da pistas de qué ocurre. Consigo entender algunas palabras sueltas como “dangerous”, “Mosad”, “coroner Parker”, y escucho otra voz, dice en un tono más bajo: “fucking dangerous woman”.

Ahora viene el español, hablan de mí, no saben qué hacer conmigo – joder que me devuelvan a mi casa.

Hablan de que el jefe de los servicios secretos de Israel viene de camino para hacerle entrega del paquete. El gobierno japonés está colaborando sin poner ninguna condición, lo que le agradecen por su discreción y buena disposición en todo este delicado asunto.

-¿Pero en qué lío estoy metido?- me pregunto muy nervioso

Vuelvo a poner la grabación para intentar averiguar algo más de la parte en la que hablan en inglés, pero poco más consigo entender. Ahora pienso en todos aquellos cursos de inglés que desaproveché y el empeño de mis padres en enviarme a Londres con mi tío Serafín. Me negué porque pensaba que pretendían deshacerse de mí. He sido, soy, y siempre seré un incordio para mi familia.

Me tumbo en aquella pequeña e incómoda cama para pensar en todo el embrollo en el que me veo envuelto, intento buscar algo de lógica a todo este asunto.

Unos pasos se acercan hasta la puerta que me separa del resto del mundo.

La puerta se abre después de que alguien hurgue con una llave. Se presentan ante mí dos altos hombres con traje negro y cara de pocos amigos, uno de ellos tiene una cicatriz en el labio, el otro, de pelo rapado, saca una pistola con silenciador.

De un respingo me levanto y me pongo cerca de la pared al otro extremo de la puerta. Si en algún momento de mi vida había pasado miedo no se podía comparar con el que ahora siento, y me tiene totalmente paralizado hasta el último de mis músculos.

El verdugo que me apunta fijamente ni tan siquiera pestañea.

-Ya está, ¿así acaba todo? Mi destino toca la última tecla del piano que compuso las melodías y letras de mi estúpida vida- pensamientos que aparecen en mi cabeza cuando estoy totalmente aterrado.

Salvado in extremis, como si de una película de suspense se tratase. Se oyen voces, gritos, golpes, chasquidos, sonidos de balas que atraviesan la habitación.

Un grito de mujer sobresale por encima de aquella algarabía.

Mis dos verdugos se dan media vuelta para ver qué ocurre. De repente los veo volar golpeándose con una brutal violencia contra la pared que tengo tras de mí, oigo como crujen los ladrillos del tabique, se agrieta.

Los dos trajeados están probablemente muertos, los veo inmóviles en el suelo, uno sangra por la boca, debe estar totalmente destrozado, entrañas aplastadas.

Me ahogo en mi propio grito.

Las lágrimas de mis ojos no me dejan ver la borrosa figura que aparece frente a mí, se acerca y me toca la cara con suavidad.

-Ya pasó todo, tranquilo Jaime podemos irnos sujeta mi mano – Alicia me hace salir de aquella habitación en la que me tenían encerrado para luego eliminarme.

A mi paso veo cadáveres, muchos hombres de traje negro tirados por el suelo de moqueta gris, figuras esperpénticas que no dejaban de aparecer a mi paso. Nos apresuramos hasta la salida del edificio. Era una gran casa de fachada neoclásica, con muchas ventanas y un jardín en su exterior, varios mástiles para banderas desnudos.

No muy lejos hay una carretera y hacía allí nos dirigimos a toda prisa.

Conseguimos que un camión de reparto parase para que nos diese traslado hasta el mundo civilizado.

Todo el camino me mantuve en silencio temblando, y sujeto de la mano de mi guapa de ojos azules. Ya, a estas horas del cuento, sabía que ella era un ser muy especial y no podía ser un error que fuesen por ella para darle caza.

-Veo que dominas muy bien el arte de la telequinesis – le digo a mi salvadora.

Caminamos por calles extrañas, no sé en qué ciudad estamos. 

– Ya va siendo hora de que me cuentes toda la verdad, creo que merezco una explicación, ¿no te parece mi hermosa morena

Cuando estemos en algún lugar seguro – me dice sujetando de nuevo mi mano.

– Dangerous – digo en voz baja recordando la conversación que grabé. Alicia agarra con más fuerza mi mano.


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