– Severino ¿seguimos sin noticias de Romero? ¡Joder Severino! Alguna pista debe haber. No se lo ha podido tragar tierra así como así. – Gracián, el nuevo alcalde de San Recio del Eral, nervioso y preocupado por la desaparición de su amigo Romero, llama al número personal del jefe de la Policía Nacional.

– Gracián ya te he comentado que tenemos a todos nuestros efectivos encima del asunto. Nadie sabe nada, nadie vio nada, todo es muy extraño. En mis más de 30 años de profesión nunca antes había visto cosa igual, créeme – Severino, el experimentado jefe de la nacional, ya no sabe que argumentar ante la insistencia de su alcalde, que lo llama casi todos los días desde que tuvo conocimiento de la extraña desaparición de Romero Villafaina.

– No estará haciendo otra de las suyas este malnacido, espero que no, bueno te dejo que tengo mucho entre manos hoy, mantenme informado por favor.

– Ya sabes que serás el primero en saber cualquier cosa que averigüemos, no te preocupes y tranquilo que al final todo se aclarará- le contesta Severino con un tono apaciguador.

 

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Despertó sobresaltado Antonio Palacios, estaba tumbado en una cama, vestido, en una habitación extraña para él. No recordaba cómo había ido a parar allí, tenía un fuerte dolor de cabeza y la lengua seca. Vio que se encontraba en una de las habitaciones del Hotel Remoral, unos kilómetros a las afueras de la ciudad. Antonio bajó de inmediato a buscar un teléfono para llamar a su casa, su mujer debía estar preocupada por su desaparición.

Después de hablar durante unos minutos con Dolores, su mujer, consiguió tranquilizarla con las vagas escusas de las que pudo hacer acopio e improvisar.

Decide tomarse un café en la barra del bar del hotel e intenta poner en orden sus ideas y su memoria.

– ¿Oiga sería tan amable de llamar a un taxi? – Antonio, circunspecto y nervioso, se dirige al camarero que le acaba de poner el café.

Consigue un taxi para que le lleve a su domicilio.

 

En el trayecto a casa va recordando lo sucedido. Recuerda que un vehículo oscuro, un mercedes clásico, negro y brillante, se detuvo junto a él y le invitaron a entrar.

Aparece con nitidez en su memoria una señora muy elegante entrada en años, a la que reconoció, se había topado con ella días antes a la salida del Ayuntamiento, y otro señor trajeado, muy elegante con fino bigote y pelo canoso muy bien peinado, sostenía un paraguas entre sus manos, con el que apenas mantuvo conversación salvo el saludo inicial.

Comenzó a recordar claramente como esa señora le preguntó acerca de las pesquisas que estaba llevando a cabo acerca de la desaparición de Romero Villafaina.

-Claro, sé que no les dije mucho, realmente lo poco que sabía. Aquellas personas me impusieron respeto y un cierto miedo me invadió por momentos, lo recuerdo perfectamente. ¡Joder! ¿No estaré en un lio por meterme donde no me llaman? – Todos estos pensamientos se iban acumulando en la cabeza del periodista, sentado en la parte de atrás de un taxi que lo conducía hasta su casa.

-Lo que no entiendo es cómo acabé en la habitación de un hotel, y me dicen que la habitación está pagada por una empresa de la que no tengo conocimiento hasta este momento: Investiment Denior LTD – Antonio intenta recordar, sin éxito, si le drogaron con algo, si bebió o le obligaron a tomar algo contra su voluntad.

 

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-¡Severino, Severino, han entrado en mi casa, la han puesto patas arriba. Me cago en los clavos del Cristo cristiano!

-Tranquilo alcalde, ahora mismo voy personalmente – le contesta algo desconcertado el jefe de la policía nacional.

– Han aprovechado que no había nadie en mi casa, joder a plena luz del día, menos mal que no estaba mi mujer sino se me muere del susto. Han estado registrando todos mis muebles, me han roto cuadros y rajado mi sofá, no parece obra de aficionados. Esto no me gusta nada, ¿qué coño está pasando?

 

 

 


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