Un nuevo amanecer contempla Hugo desde su ventana, otro episodio de desasosiego le ha conducido a un estado de vigilia que le ha tenido despierto casi toda la noche. Resopla suavemente y se acerca hasta el calendario que cuelga de la pared junto al armario. Hace un círculo con su bolígrafo y señala el día 13 de agosto de 2030.

Se encuentra triste y melancólico al rememorar recuerdos con Yolanda que tenía prácticamente sepultados en su memoria – Cómo pasa el tiempo – piensa cabizbajo sujetando su barbilla con la mano derecha mientras da vueltas al bolígrafo con la izquierda.

 

 

Jerónimo, con la excusa de buscar unas llaves que cree olvidadas en la habitación de Reismen, vuelve a verse con él por órdenes de sus superiores. Necesitan obtener más información acerca de aquel amor de la madurez,  Yolanda Blázquez, deben encontrarla a toda costa, podría tratarse de un ser extraordinario capaz de conseguirle la vida eterna al ser humano.

– Señor Reismen no encuentro mis llaves, las debo haber dejado en otra parte, esta cabeza mía cada vez está peor, disculpe si le molesto. Le veo un poco decaído, ¿puedo ayudarle en algo?- Le pregunta al melancólico Hugo, que sigue contemplando el horizonte a través de la ventana sin pestañear, su cara refleja un rictus de dolor, no dolor físico sino el dolor del alma.

– No se preocupe ya se pasará, al hablar el día anterior de Yolanda me ha removido las entrañas – le contesta sin apartar la vista al exterior – esa mujer tan única y especial me hizo cambiar toda mi perspectiva de vida y valores, cambió mi vida, me enamoré perdidamente de ella…

– ¿Qué la hacía tan espacial señor Reisman? Cuénteme si con eso algo alivia su pesar, siempre es un buen desahogo hablar de estos temas del corazón y el alma – le contesta Jerónimo con palabras que le llegan a su oído.

Hugo gira su cabeza y lo mira serio, sin pestañear.

– La conocí cuando tenía yo unos cuarenta y pocos, no sabría decirle mi memoria ya no precisa lo suficiente, pero eso da igual. Lo que realmente importa es que sepa como era ella y que la hacía tan especial. No era nada superficial, tenía un corazón puro y generoso. Su belleza física no era comparable a su belleza interior. Su cara redondeada, su pequeña nariz y sus labios carnosos ofrecían un rostro perfecto; sus ojos azules que brillaban como un cielo iluminado por tres soles quedaban eclipsados cuando hacia acto de presencia su humanidad.

 

 

– Su generosidad la hacía estar constantemente embarcada en proyectos sociales y humanitarios – continuó hablando con los ojos muy abiertos y expresivos.- Como ya le comenté gracias a su posición y la de su acomodada familia no necesitaba trabajar, contaba con todo el tiempo para dedicarlo al prójimo. No era raro verla en asociaciones, en comedores sociales o colaborando con cualquier ayuntamiento con el fin de mejorar la vida de los más desfavorecidos.

– En más de una ocasión la acompañé en viajes al deprimido tercer mundo para llevar material médico y medicinas a pequeños hospitales.

– Cada aventura de este tipo hacia que nuestros lazos se fuesen estrechando cada vez más y mi amor por ella aumentase cada minuto – al acabar la frase Hugo permaneció serio y en silencio…

Jerónimo por sugerencias de sus superiores a través del pequeño auricular por el que recibía órdenes precisas trató de saber más acerca de Yolanda y su familia, con la finalidad de dar con su paradero suponiendo que siguiese con vida. Continuaron charlando durante más de una hora. Jerónimo fue a por dos cafés y se sentaron en una silla, uno frente al otro. Hugo Reismen entre alabanzas y otra serie de divagaciones dio detalles de direcciones de domicilios en lo que vivió Yolanda y su familia, así como asociaciones y ayuntamientos con los que Yolanda colaboró estrechamente. El mismo procedimiento que  usaba el fallecido doctor Uribe para obtener información útil y así lograr encontrar el objetivo.

 

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La bien engrasada maquinaria del Gobierno comienza a trabajar con los datos que le han facilitado desde la casa objeto, donde tienen recluido a Hugo Reismen haciéndole creer que está allí por disposición de su familia para cuidarle sus pequeñas dolencias, manipulando su desmemoriada cabeza, propia de un hombre de 137 años que cree tener algo más de 50.

– ¿Qué tenemos? – Habla el engominado de pelo gris de duro semblante, bien afeitado, con traje gris y corbata granate. En su tarjeta de visita está escrito debajo de su nombre: Director de Proyectos y en una esquina aparece el nombre de una empresa que no existe, CID. A su mando ocho individuos también enchaquetados, que no dejan de mirar papeles unos y su ordenador portátil otros. Están bien dispuestos a ambos lados en una gran mesa ovalada, sentados en sillas giratorias, parece que bailan al son del movimiento de los papeles.

– No ha sido fácil, pero en una de las direcciones que han conseguido en la casa objeto hemos podido seguir un rastro que nos ha llevado a encontrar una mujer de nombre Yolanda Blázquez Molina, el mismo nombre y apellidos de los que habla nuestro sujeto. Hemos encontrado otros documentos como pasaportes y documentos de identificación con nombres diferentes, es la misma mujer. En algunas fotografías lleva gafas y en otras distintos cortes de pelo. Su partida de nacimiento y como el resto de la documentación indica que nació en 1997, si esto es así no ha podido haber coincidido con Reismen, es mucho más joven no es de su generación – contesta uno de aquellos investigadores al servicio del CNI, mientras mira a su superior a la vez que manosea documentos que guarda en una carpeta azul. A continuación, saca varios documentos que contienen fotografías que muestran a la misma persona: una bella mujer de ojos azules de 33 años.

 

 


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