Hugo pasea por el jardín de la casa de reposo y curas contemplando los pájaros que se posan en las ramas y cantan sin cesar, los mira sonriente, al detenerse junto a la vieja encina.

Jerónimo se acerca y saluda a Reismen, se queda detrás de él sin decir nada más.

Hugo sin apartar la vista de las hojas y de las ramas del vetusto árbol comienza hablar.

 

 

 

– La vi en esa fiesta, ya nos habían presentado antes, la semana anterior, pero apenas pude hablar con ella, tan solo una breve conversación que me hizo dame cuenta de inmediato que estaba ante alguien, para mí, excepcional. Serían sus gestos, serían sus palabras.

– Muy a mi pesar no tuve más remedio que marchar por ocupaciones que ahora no recuerdo, ni importan lo más mínimo.

– Sí recuerdo que estaba poniendo música, en aquella fiesta dentro del bar de un buen amigo que lo había cerrado para nuestra celebración: un pequeño logro en los asuntos de negocios. Ella se acercó al lugar donde me había situado junto al aparato sonoro. Nos saludamos y de repente nos encontramos bailando, pasados unos minutos, le cogí de la mano y ella se detuvo mirándome, yo no podía dejar de apartar mi vista de sus ojos azules… de su sonrisa.

– Ella se acercó me dijo al oído: “quiero besarte”.

– Yo también, le contesté, nos dimos un apasionado beso de varios minutos, al separarnos sonrientes le pregunté: ¿suele pasarte esto a menudo?

– Ella dijo “no” y bajo su cabeza con gestos de timidez.

– A mí tampoco, le contesté y añadí sin pensar… será verdad que existe un destino que nos tenía preparado gratas sorpresas.

– Está vez fui yo el más valiente y me acerqué con suavidad hacia sus labios sin poder dejar de perderme en sus profundos ojos azules, rodeé con mis brazos su cintura, besando sus labios. Primero mordisqueé con suavidad los carnosos y rojos superiores para luego besar sus ya despintados labios inferiores…Cuanto lamento todos los errores que cometí después – acabó de hablar, y cambió la expresión de su rostro mirando al suelo, muy serio.

 

 

– Me habla de Yolanda Blázquez supongo, ¿no es así? – Rompió su silencio Jerónimo, al que le pudo más la curiosidad que la prudencia.

 

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– Hemos conseguido averiguar una dirección donde vive el objetivo, hemos mandado a un par de agentes para intentar localizarla y traerla aquí con la máxima discreción – le dice a su superior después de entrar en su despacho y sentarse frente a él.

Un trajeado mando intermedio, algo nervioso, le entrega una nota escrita a bolígrafo con la dirección de Yolanda Blázquez al jefe de proyecto, el hombre de pelo gris y traje impoluto.

 

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Dos individuos esperan dentro de su vehículo cerca del portal del piso donde actualmente han sabido que tiene la residencia Yolanda.

Cuando han pasado más de dos horas de espera hace acto de aparición Yolanda, la bella mujer que viste pantalón negro y chaqueta vaquera negra, cubre su cabeza con una gorra azul y lleva gafas de sol. Camina tranquila y confiada, lleva una bolsa con alimentos en su interior que acaba de comprar en el pequeño supermercado cerca de allí.

Los dos vigilantes al principio no se percatan de que se trata de ella, pero justo cuando se dispone a abrir el portal con sus llaves uno de ello la observa y tiene la intuición de que puede ser el objetivo que andan buscando, no puede ver bien su rostro. Decide salir del coche y cercarse con disimulo, su acompañante le sigue sin mediar palabra.

Yolanda intentando abrir la puerta cae sus llaves al suelo, al agacharse para cogerlas ve los zapatos de un hombre de traje gris que se acerca y a otro que le sigue, agarra las llaves, suelta la bolsa y sale corriendo calle abajo a toda velocidad. Por suerte ese día decidió ponerse sus nuevas zapatillas blancas deportivas. No se esperaron esa reacción los dos individuos al servicio del CNI. Corrieron tras ella.

– ¡Alto deténgase, solo queremos hacerle unas preguntas no tema por favor! – le grita uno de los perseguidores, el que corría tras su compañero a toda prisa.

Yolanda con una expresión de pánico reflejada en su rostro intentaba escaparse a toda velocidad sin mirar atrás.

 

 

 

 


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