– Parece ser que la hemos perdido, estuvieron a punto de poder retenerla para traerla con nosotros, y quizás desentrañar el mayor descubrimiento para el ser humano – una de las sombras habla al resto que vigila, tras el cristal que observa la habitación en la que mora Hugo Reismen.

Pueden contemplar a Hugo, está tumbado en el suelo, levanta sus piernas arriba y abajo. Toca su abdomen para comprobar cómo se endurece al sostener sus piernas en el aire a cada movimiento. Sigue con sus ejercicios de mañana para luego darse una ducha para recargar energías y así comenzar otro nuevo día en la casa de curas y tratamientos.

Al poco tiempo pasea por otra zona menos inusitada, debajo de las acacias, y contempla el horizonte entre ramas de alcornoques, acompañado por la suave melodía que componen pequeños vencejos que revolotean a su paso.

 

 

Jerónimo lo observa a una prudente distancia, no quiere molestar, es el tiempo que Hugo dedica casi todas las mañanas a contemplar su amada Naturaleza “que tanto le gratifica”, como el mismo le suele decir en repetidas ocasiones.

– No tardaremos en encontrarla estoy seguro, tenemos a mucha gente tras ella y contamos con los medios necesarios. De todas formas, mantendremos más charlas con él por si nos da alguna que otra pista que nos facilite el trabajo – el doctor Jaime Cabezuela habla por atrás, lo que asusta un tranquilo Jerónimo que no lo oyó llegar mientras recogía hojas secas con cierta parsimonia.

– A veces siento un poco de lástima por él, aquí recluido siendo observado y estudiado noche y día como rata de laboratorio, totalmente engañado. Eso sí, feliz en su ignorancia…- contesta un serio Jerónimo, sin apartar la vista del paseante que sonríe a los pájaros y los saluda.

– No debes dejar que todo esto te afecte mi buen Jerónimo, esto forma parte de algo muy grande, y nos debemos al proyecto, es nuestro trabajo. Tu labor es primordial, has conseguido que te tenga en buena estima y te has ganado su confianza como nadie hasta ahora.

Palabras que no terminan de reconfortar a Jerónimo, continúa con sus tareas sin pensar demasiado.

El sol comienza a brillar con mayor intensidad.

 

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Jacinto Sarabia Mejías, alto, de complexión delgada y fibrosa, herencia de muchos años de entrenamiento en el ejército. Se coloca su chaqueta y aprieta el nudo de su corbata. Permanece inmóvil frente al espejo de su habitación y poco después se atusa su pelo gris. El rostro que aparece ante él, es el de un hombre serio, cincuenta y siete años puede ya contar en el haber de su edad. Su marcado mentón y alguna cicatriz le procura carácter, instrumento que ayuda a afianzar el respeto que transmite a toda una guarnición de subordinados que le obedecen sin pestañear. Lleva el timón de un proyecto, entre otros, pero este de marcado interés y prioridad dentro del Ministerio del Interior. Nombre del proyecto: Vida 8

Piensa que están muy cerca de capturar a esa mujer que puede ser la clave del éxito. No dudará en sacarle toda la información que sea necesaria cueste lo que cueste; tiene vía libre para escoger el método que precise, hasta el más cruel si fuese necesario. Este fin justifica cualquier medio.

Enfrascado en estos pensamientos, en un principio no se percata de que el espejo está reflejando unos ojos de un fuerte iris rojo y pupilas negras que brillan parpadeando.

Mister Jacinto, como era conocido en todos los mentideros del Ministerio, de repente queda totalmente petrificado al observar como en el interior del espejo le observa un demonio que solo deja ver sus ojos inyectados de rojo sangre.

Nota como le falta el aire. Se asfixia, comienza sangrar por los oídos, un pitido infernal no le permite mantener el equilibrio y se arrodilla sobre la alfombra, que ve como se tiñe de rojo al vomitar sangre a borbotones. Intenta gritar para que le auxilien, pero es incapaz de emitir sonido alguno.

Cae definitivamente. Todo su cuerpo se convulsiona, y rueda por la alfombra ensangrentada sujetándose del cuello en un desesperado intento por conseguir que entre aire en su garganta, y le libere de la asfixia que le está matando lenta y agónicamente.

 

 

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Dos policías uniformados de la nacional hablan en voz baja, se encuentran en el pasillo del domicilio del cadáver.

– Su mujer estaba de viaje había ido a ver a su hija mayor para ayudarle en ciertas tareas domésticas, se aproximaba la fecha de la boda de su nieta. Según nos ha explicado al hablar con ella. Ahora se lo están llevando, los forenses no tardarán en emitir su informe. Al parecer lo encontró la mujer que hace la limpieza todas las mañanas. El espectáculo ha debido ser horrible, he visto las fotos del cadáver que me han pasado de los compañeros. – El oficial de policía, al mando de la investigación, no podía entender una muerte tan atroz y repentina de alguien sometido permanentemente a controles médicos regulares y rigurosos.

 


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