Amnesia V
Relatos Cortos / 5 marzo, 2019 / Mario GrageraMe trasladan a mi nuevo hogar de privación de la libertad, acompañado de dos serios policías que también van en la parte de atrás del furgón policial.
Libertad, palabra que habré usado en multitud de ocasiones al escribir, y en estos momentos es cuando realmente le doy su justo valor, por haberla perdido.
Mi nuevo “hotel” parece una gran caja de zapatos color gris. Tengo suerte, me dan un buena “suite”, una celda con literas que no compartiré con nadie. Veo la parte positiva: así estaré más tranquilo y concentrado en mis labores de investigación.

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Al pasar varios días me doy cuenta que las rutinas te hacen no pensar demasiado, por otra parte, intento pasar desapercibido y no meterme el líos.
Me dan aviso de que tengo visita de Jaime, mi abogado. Me trae un sobre con documentación, con el previo consentimiento de mis carceleros.
¿Qué tal Diego, como lo vas llevando?- me pregunta interesándose por la estancia en mi nuevo hogar, con mi nueva familia.
-Bueno pensé que podría ser peor, de momento estoy tranquilo e intento no pensar demasiado – le contesto.
-Aquí tienes los resultados de las investigaciones del detective, cortesía de Pablo tu buen asesor y amigo, a él debes agradecérselo, tiene buena amistad con el investigador. Es curioso pero ya tenía mucho investigado de Emma. Al parecer llevaba meses trabajando en el asunto por encargo de una empresa importante, no me ha querido decir cual, secreto profesional, pero por otra parte, sí que me ha dado bastante material para que lo revisemos.
“Después de la cena, le echaré un vistazo para ver si saco algo en claro”- pienso mientras manoseo el sobre color marrón.
Me siento en una mesa en el comedor de la cárcel y doy buena cuenta de una sopa que no está del todo mal y una tortilla de verduras acompañada de pan algo tieso. Procuro no llamar la atención de los demás reclusos, intento no hacer mucho ruido y comer deprisa. Deseo encontrar la soledad y protección de mi celda lo antes posible.
En mi celda, sentado en la cama de abajo de la estrecha litera, apoyo mi espalda contra la pared y saco los documentos que hay dentro del sobre.
Comienzo a leer.
Veo que Irene Roncano Sánchez la primera de los comensales que aparece en el informe es dueña de varios hoteles en la ciudad y máxima accionista de una fábrica de cerveza artesana. Persona muy discreta apenas se deja ver en sociedad, salvo algún acto que otro de los que organizó alguna de las asociaciones benéficas a la que pertenecía, casualmente todas presididas por Emma – “ni una multa de tráfico, nada irregular, nada de lo que poder sospechar, estaba limpia” – pensé.
Continúo leyendo acerca de mi amiga Andrea Arcos Garrido: se casó con un millonario, bien acomodado hombre de negocios. Al morir en un accidente de tráfico le dejó toda su fortuna. Colaboraba últimamente mucho con Emma en la organización de eventos para sus asociaciones. Andrea tiene un hijo disminuido psíquico – “vaya, no lo sabía”- hablamos de todo menos del hecho de que tuviese hijos – “un hijo con esa deficiencia y huérfano de padre y madre” – me entristece pensar en ello.
Sigo leyendo sobre la vida y milagros del siguiente asistente a la comida del demonio, Joaquín Ramírez Tolosa. Puedo leer que es máximo accionista de una sociedad dedicada principalmente a la distribución de recambios para automóviles, que factura cientos de miles de euros. Este personaje parece algo más truhán – «le gusta tontear con drogas» – (comentario del investigador escrito a mano en un lateral del documento), y por lo que veo ha tenido alguna que otra multa de tráfico, todo esto tampoco me aporta mucho. Continúo leyendo pero no encuentro nada que pueda ser relevante para este caso.
Sostengo la mirada perdida en la oscuridad del pasillo.
Sigo hojeando los papeles hasta que me encuentro los folios en los que veo información de Emma.
Emma Vaughan Jiménez, de antepasados galeses por lo que veo, de ahí su primer apellido. Su patrimonio y su fortuna es consecuencia de los tiempos de sus antepasados. Veo comercio de tabaco, alcohol, armas, telas, perfumes, y un largo etcétera de todo tipo de productos con los que sus ancestros comercializaron por medio mundo. Su bisabuelo se afincó en nuestro país huyendo de la justicia británica.

Presidía varias asociaciones benéficas, sin ánimo de lucro, contaba con gran habilidad para manejarse muy bien dentro de las altas esferas. Políticos y empresarios de menor o mayor relevancia, solían acudir a los actos benéficos que organizaba con cierta frecuencia.
Prosigo con la lectura: “Máxima accionista de una gran inmobiliaria, dueña de un gran patrimonio. Recientemente firmo con el Ayuntamiento la venta de unos terrenos por un precio inferior al de mercado, para la construcción de una fábrica de componentes electrónicos de última generación, a cargo de una importante empresa de capital norteamericano.
Conozco la empresa, ya está funcionando. Volví a recordar el encuentro que tuve con ella en la reunión del consistorio. Ahora entiendo que hacía Emma allí, me contestó con evasivas y no me lo quiso decir cuando le pregunté.
De Emma hay unas cuantas fotografías dentro del sobre. Las observo detenidamente, en casi todas parece que está haciendo labores de relaciones púbicas, deben ser actos de las asociaciones que presidía. Supongo que pidiendo favores o recursos para la buena marcha de las mismas.
Vuelvo a mirar las fotos, después de quedarme un rato con la mente en blanco y la mirada perdida de nuevo, esta vez observo los surcos de la pared hechos con algún objeto punzante. Compruebo que aparece en alguna de ellas un tipo de aspecto algo desaliñado, con chaqueta de cuadros, pelo largo, mal peinado, un llamativo y abundante bigote. Parece no estar en sintonía con el resto de la gente “guapa” que aparece en las fotografías.
En una de las fotografías, el extraño personaje está como susurrándole al oído a Emma, y parece que le está dando un sobre discretamente. Conozco el lugar donde se tomó la instantánea, es el salón de actos del Banco Central.
Mi ansiedad de nuevo se dispara, odio más que nunca estar encerrado, me embarga el sentimiento de una total impotencia, limitado por unos barrotes, que no me permiten intentar seguir investigando sobre este asunto.

Tengo la sospecha de que este personaje y su relación con Emma sí pueden tener algo que ver con su posterior asesinato. He de hablar con Jaime y que intente sacarle más información al detective, abusando de su confianza sin comprometerle.
Por otro lado…necesito ver a Garmendia… necesito que me ayude.
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