
Aurelio el mono sabihondo
Uncategorized / 21 junio, 2023 / Mario GrageraAquí os presento esta selección de cartas, después de un arduo trabajo de recopilación y mucha paciencia con mi amigo Josefo, que durante años trabajó en el Servicio Postal, hasta que fue expulsado de tan noble servicio, debido a sus innumerables estados de embriaguez. En los pocos momentos de sobriedad y lucidez, tenía la detestable afición de hacer copias de algunas de las cartas que, sin el debido permiso, abría y leía para luego entregarlas a su destinatario. Hacía copia de todas aquellas que según su criterio le resultaban de lo más insólitas o curiosas. Aún desconozco la menera de hacerse con estas cartas de respuesta por parte de los que recibían las cartas inicialmente copiadas. Un misterio sin resolver amigos.
Aqui os dejo unas cartas para ir abriendo boca y cerrando otros agujeros menos agraciados….
Mi querida Eloísa:
Es necesaria esta carta, para expresarte el sentimiento que ahora me embarga. Por eso estas palabras te cuentan cómo no dejo de pensar un solo instante en la manera de acercarme a ti, estar junto a ti es lo único que me importa ahora. El trabajo, el almuerzo, o los largos paseos por el puerto, no me apartan ni un centímetro de la idea de tenerte en mis brazos.
Si tan siquiera un solo abrazo pudiese darte, eso a buen seguro que aliviaría este pesar que me atormenta cada día.
Este estado que me arrastra a la locura, paulatina manera de perder la cordura y la coherencia, ya no sé si canto, bailo, lloro, o hago kárate con el loro.
Mi loro Juan, que por cierto esta de un buen ver con su precioso plumaje verde, azul y rojo. Me enseña técnicas de relajación que me ayudan a pasar estos días tan difíciles, mientras él silba y emite sus extraños graznidos, yo me concentro para mis adentros, y relajo todo mi cuerpo, mi mente se relaja y se rebaja, hasta la primitiva forma de vida unicelular. En ese instante estoy en paz con el mundo, solo dura un segundo, pero me da la paz necesaria para no enloquecer aún más, y cometer alguna torpeza de la que pueda arrepentirme para el resto de mis meses con segundos.
A veces noto formas espirituales que me acechan en la oscuridad de la habitación cerrada; aquella en la que moró la anciana que habitó esta casa. O quizás se trate del espíritu del lechero, aquel que arrojé escaleras abajo por traerme leche cortada.
Eloísa, espero que puedas comprenderme en este momento tan especial, estoy al borde del precipicio. Si caigo por él me abandono a la suerte de la incomprendida locura, y solo quedará un despojo de lo que fue un alma enamorada que disfrutaba hasta de tus insípidas ensaladas.
Eloísa, Eloísa, la mujer de generosa sonrisa, ponte en mi lugar y dime tú qué puedo hacer, escríbeme pues de lo contrario entristeceré y a mi fatal suerte me abandonaré.
Siempre tuyo, tu Capitán,
Antonio Alexander
Pepovh Sarasola.
Mi querido y fuerte capitán:
Comprendo hasta en lo más profundo de mi ser, todo tu pesar, pero dime…si no te puedo ver, dime…si no te puedo tocar, dime…si no te puedo lavar tus calcetines, cómo puedo hacer algo para aliviar esta pena tan grande que te atormenta. Que llevas a cuesta como una pesada carga, deseando dejar atrás para siempre.
A Dios pongo por testigo, le mandaron la citación el otro día desde el juzgado de Ávila, que si de mi mano, siempre graciosa por otra parte y sabedora del arte de la caricia escrotal, estuviese el poder ayudarte no cabe duda, y por eso ya le hacemos hueco (a la duda para que quepa), de que pondría toda mi carne en el asador para poder hacer de ti otro hombre, y si lo deseas hasta otra mujer, ¿por qué no? Con todo mi corazón, bien lo sabe la portera, deseo fervientemente poder tomar contacto, visual y táctil, para que tu pesar se alivie definitivamente.
Para que te hagas una idea del tormento que padezco, al pasearse estos pensamientos de dolor ajeno en mi mente, al saber de tu mal de amor. Ya ni tan siquiera me concentra y me relaja, como antaño, el hacer punto en lo alto de la muralla en invierno. Mientras mi cabello rubio sortea las ráfagas de viento que atraviesan las almenas de piedra.
Mi querido, y espero que esperanzado, Antonio Alexander, por favor te lo pido, no pierdas la esperanza de poder poner en paz y en pie tu corazón dolorido. Por favor te lo pido, que traigas una botella de vodka para el abuelo, que ya sabes cómo le gusta mojarse el bigotillo.
No enloquezcas por desamor, hazlo sí por honor, que por su falta sí es lícito poder perder la chaveta, pero no por desamor. La mujer que te escribe ya sabrá cómo poner remedio a ese pesar mi querido capitán.
Se despide siempre tuya y esperando poder ver y beber tu vodka, tu queridísima Eloísa, la que siempre te tiene guardada una sonrisa en la caja de la camisa.
Eloísa Bienaventurada Sánchez.
SUSCRÍBETE A MI BLOG