CAPÍTULO 7

-¿Márquez podemos hablar un momento? – Le preguntó muy seria la oficial de policía Garmendia.

-Dame diez minutos, tengo que atender unos asuntos y nos vemos en la sala de reuniones – contestó con prisas el inspector, mientras sujetaba su teléfono móvil con la oreja y el hombro, y recogía unos expedientes de la mesa de otros casos en los que estaba trabajando.

Lidia se encaminó hacia la sala de reuniones para esperarlo. Se sentó en una de las sillas que daban a la amplia ventana y permaneció inmóvil observando el exterior, era un día lluvioso.

En la espera contemplaba las gotas sobre los cristales de la ventana, y pensaba en la última discusión que había tenido esa misma mañana durante el desayuno con su pareja. Pensaba en palabras que se había guardado en su interior y que le debía haber dicho. “Lo mejor será mandar esta relación a tomar por culo” – en eso pensaba.

-Bueno disculpa por haberme retrasado tengo bastante lio – le dijo un sonriente inspector Márquez, dejando los papeles que llevaba sobre la mesa, se sentó frente a Lidia al otro lado de la alargada mesa de reuniones.

-¿Qué ocurre, tan importante es para que me pidas tan seria que nos reunamos?- le preguntó mientras dejaba su teléfono móvil sobre la mesa.

-Inspector el otro día al salir de casa de uno de los fallecidos en la facultad, la chica concretamente, alguien me estaba vigilando, un joven de aspecto árabe. Yo lo perseguí al darme cuenta, pero al final lo perdí en la plaza, se escabulló entre el gentío. Estoy segura que hay algo que se nos escapa, apenas hemos tocado la superficie de todo este asunto.

-Algo más sabían esos jóvenes o algo ocultaban. Estoy segura que no eran simples estudiantes.

-Lidia está claro que sus muertes se han producido de forma muy extraña, pero quizás todo sea algo más sencillo, sin tener que buscar algo más. Es probable que pudiesen haber probado alguna droga nueva que no deja rastro suficiente, o no lo tienen controlado los forenses. No sé, tengo más casos en vías de resolución ahora mismo, igual te estás obsesionando – le dijo su superior mirándola fijamente a los ojos. ¿Estás bien? – le preguntó a continuación al verla tan seria, la conocía lo suficiente para saber que algo más le pasaba por su cabeza.

-Sí, estoy bien no me pasa nada, seguiré buscando pistas y le prometo que no desatenderé los otros casos – le dijo a Márquez sabiendo que esperaba esa respuesta.

-Bien, no te comas el tarro demasiado Lidia, a veces tendemos a frustrarnos y obsesionarnos con los casos difíciles, pero luego al final acaban resolviéndose. No te preocupes, tómate una tila, te veo algo nerviosa – le dijo ofreciéndole una sonrisa que a Lidia le reconfortó, aunque por poco tiempo.

Lidia encendió su ordenador y de nuevo comenzó a buscar en las redes sociales. Repasó de nuevo las fotos de los tres jóvenes universitarios que aparecían en sus páginas.

En uno de los descansos hasta su siguiente clase, Leandro miró su reloj, el que Mara, su mujer, le regaló por sus veinticinco años juntos. Llamó a su mentor y hermano mayor: Federico Grandes.

-Federico debemos vernos con urgencia, no duermo después de lo que me contasteis acerca de mi acosador. Todo este asunto me parece muy grave; no me siento seguro, temo por mi vida, o lo que es peor, que puedan hacerle daño a mi esposa. Sabéis que lo he dado todo por la Orden y ahora necesito vuestra protección.

-Tranquilo- le contestó con voz serena desde el otro lado del teléfono su mentor, Federico Grandes, quien lo reclutó para la Orden cuando estuvo en Jerusalem.

-Esta misma tarde nos reuniremos en el Café Central al lado de la plaza, ya lo conoces de otras veces; a las cinco, ve con precaución. Estaremos dentro en el  reservado que siempre nos prepara Santos el dueño del establecimiento, y fiel  amigo de nuestra causa.

Leandro llegó a las cinco en punto, no le gustaba hacer esperar y entró en un reservado, tras unas cortinas de terciopelo rojo, allí estaban sentados alrededor de una pequeña mesa redonda de madera muy oscura por el paso del tiempo, Federico su hermano mayor y el hermano Serafín.

-Siéntate amigo Leandro, tan puntual como siempre – le digo amigablemente ofreciendo su mano Federico.

Pidieron otro café con leche para el profesor, y esperaron a que se lo sirviese el camarero, entre tanto Federico le preguntó a Leandro por su mujer y sus clases, mientras Serafín permanecía muy callado escuchando a sus dos acompañantes.

Cuando Leandro pudo saborear el buen café que allí servían, Federico le dijo: -Amigo Leandro no te voy a andar por las ramas ni poner paños calientes en este asunto, debes tener precaución con este individuo, seguro que intenta hablar contigo o enviarte algún mensaje. Debes evitarlo y no hacer caso a nada de lo que te digan o te envíen- dicho esto, Federico puso su mano en el hombro del profesor – puedes estar tranquilo estás obrando correctamente, sabemos de tus sacrificios por la causa y sabes que no estás solo, en todo momento te protegeremos llegado el caso, pero no te preocupes no debe de pasar nada, salvo que intenten ponerse en contacto contigo y contarte cualquier patraña sin fundamento. Esta gente no son de fiar como ya comprenderás, buscan el caos, destruir las buenas obras de los hombres de bien como nosotros.

Dos horas más tarde dieron por finalizada la reunión, después de recordar experiencias pasadas, viajes y encuentros felices. Leandro salió del café más tranquilo, sintiéndose apoyado y protegido.

En comisaría, la oficial de policía Lidia Garmendia se sentó de nuevo frente al ordenador, ya había acabado papeleos pendientes de otros asuntos en los que trabajaba.

Comenzó a buscar en las redes sociales de nuevo. Esta vez, veía fotos de uno de los dos chicos muertos, pasaba fotos, una tras una, de las que allí tenía colgadas, hasta que una de ellas, que ya había visto otras veces, le llamó la atención esta vez. En la foto se mostraba a varios jóvenes reunidos en lo que parecía una casa abandonada.

-¡Es él, joder, claro que es él! – exclamó Lidia.

Uno de ellos, que estaba de perfil en una esquina de la fotografía, parecía ser el chico que la había estado vigilando y se le escapó entre la multitud cuando lo perseguía.

 


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