Caí rodando por las dunas;
olas de arena interminables.
Me echaron de aquella ciudad,
de nobles hombres intachables.
Huyó mi montura al asomar lunas;
parecía todo perdido, yo acabado,
alce la vista, a lo lejos y allí.
Jaima de rojiza luz en su interior.
Aunque atemorizado, fue su olor
lo que me hizo abrir la puerta de tela;
su rostro iluminado por una vela,
sus ojos, a un abismo donde caí.
Mil sueños tengo y sigo viendo
ya en mi lugar de partida,
sus infinitos ojos azules;
no se van nunca, ni yo queriendo,
intensos ojos, no se olvida.


No hay comentarios hasta ahora.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. El campo del sitio web es opcional.

COMENTARIOCOMENTARIO
Tu NombreTu Nombre
EmailEmail
WEBSITEWEBSITE