Mi puñetera oreja izquierda 12
Relatos Cortos / 23 agosto, 2019 / Mario GrageraLlegamos a un pequeño pueblo a sur de Francia cerca de España, apenas unas casas dispuestas ambos lado de la pequeña carretera que lo cruza. Nos dirigimos caminado hacia una pequeña casa hecha de piedras y tejado a dos aguas, más alejada de la pequeña plaza que hace de centro de la población por la que atravesamos, casi a las afueras.

Subimos por un pequeño camino de tierra hasta llegar a la puerta principal de la bonita casa campestre. Allí nos reciben muy hospitalarios y amables sus otros cuatro compañeros.
Me encuentro con otras tres mujeres y un hombre. Visten con ropa amplia de bonitos colores, veo que van descalzos, me recuerdan a miembros de alguna comuna hippy que han escapado de los años sesenta.
Hechas las oportunas presentaciones, me entero de los nombre de nuestros nuevos anfitriones: Josefine, Cristine, Ambar y Ramón.
Me senté en un cómodo sofá de terciopelo color granate, y disfruté de la infusión que me habían preparado. Hubiese preferido una buena cerveza fría pero dudo que tuviesen.
Mientras, Alicia y el resto de los habitantes de la casa charlan en la habitación contigua, apenas puedo oírles. Evito la tentación de usar mi oreja para espiarles, mejor espero a que salgan y decidan contarme que es lo que hacemos en esta apartada vivienda rural. Luego toco mi pabellón auditivo, está vacío. Ya no recordaba que mi puñetera oreja izquierda era el motivo de que nos localizasen nuestros perseguidores.
Al poco tiempo salieron de la habitación en la que estaban reunidos, todos muy sonrientes.
-¿Jaime estarás hambriento? – Me preguntó Ambar, la más joven de las tres mujeres.
-Sí un poco, pero me conformo con cualquier cosa, no os quiero causar muchas molestias – contesto ofreciendo la poca amabilidad que la que todavía dispongo, haciendo un gran esfuerzo. La verdad, en estos momentos mataría por comerme un buen filete con patatas y beberme una buena cerveza.
No ha pasado demasiado tiempo y ya me encuentro sentado en una gran silla de madera junto a una buena mesa, rústica, también de madera. Van trayendo platos de ensaladas de todo tipo y algo de arroz hervido. Continúo esperando por si hay alguna otra cosa, pero no, es lo que hay. Resignado me sirvo en el plato un poco de verde y otro poco de más verde, ni siquiera le echan sal.
-Todo muy bueno, muchas gracias – les digo a todos sonriendo y ellos me devuelven la sonrisa.
-“La madre que pario a estos engendros que no saben comer, coño”- pienso mientras engullo lo que parecen escarolas, acelgas y brócoli.
Alicia no para de sonreír y veo que me mira de vez en cuando.
Después tan sabrosa cena nos acomodamos en los sofás y sillones que dispuestos estaban por el pequeño salón, alrededor de la chimenea hecha de piedra y ladrillos de varios colores. Colocaron una pequeña mesa ovalada en el centro de nosotros, desentonaba con el resto del mobiliario, era de un metal color amoratado y un cristal muy grueso encima de la extraña estructura.
-Es nuestra mesa de juego, por así decirlo – me dice Ramón sonriente terminado de colocarla justo en el medio, para a continuación ofrecerme otra infusión – esto es muy digestivo Jaime, te sentará bien – añade, mientras veo como le da vueltas al liquido vertido en la taza de colores.
Todos toman su infusión y yo no voy a ser menos – “menuda digestión debo estar haciendo” – pienso mientras doy varios sorbos, tiene un sabor muy peculiar no lo reconozco, extraño brebaje, sabía distinto a la que anteriormente había probado.
En un principio, ensimismado en mi experiencia con la infusión, no me había percatado de que una música suena de fondo, por llamarla de alguna manera. Son sonidos extraños, armoniosos, pero no sé decir a que estilo o tipo pertenece.
Al poco tiempo me encuentro muy relajado, como si mi cabeza estuviese en una zona de total y absoluta paz, entre algodones, sin preocupaciones, muy feliz. Esta sensación es lo más parecido a aquella vez que fumé heroína, fue una época de la que no me siento especialmente orgulloso. Notaba que las sensaciones eran aun más potentes – “esta gente me ha drogado, que ¿coño llevaba ese brebaje que me he bebido?” – pienso mientras veo como colocan un extraño plato plateado y muy brillante en centro de la mesa. Ambar deposita lo que parece un trapo viejo de color tostado, tiene letras escritas, es como un viejo pergamino, no sé qué tipo de signos son, no los conozco debe ser un antiguo lenguaje.
Alicia me sujeta de la mano con suavidad y me sonríe nuevamente. Extiende su otra mano hacia el centro de la mesa, como hacen el resto de sus amigos, las juntan tocándose los dedos unos con otros.
De repente noto como si mi cabeza se separase de mi cuerpo, creo que me estoy desmayando o perdiendo la poca conciencia que tengo. Durante unos instantes todo está oscuro no veo nada, luego mi alrededor se va tornando a una especie de color rosáceo y luces que aparecen y desaparecen a mi alrededor – ¿estoy metido en una atracción de feria?
Comienzo a ver un universo lleno de estrellas, planetas con vivos colores y luces que viajan a toda velocidad surcando un mar oscuro, dejando una estela con franjas rosadas y otras color corinto. Debo estar alucinando o soñando, esta gente me ha debido drogar con un potente alucinógeno.
Es todo tan real, parece que estoy a millones de años luz de la Tierra, me giro y doy varias vueltas sobre mi eje por llamarlo de alguna manera, al no ver mi cuerpo, solo es mi conciencia la que vaga por este extraño universo. Estoy solo, no veo Alicia ni al resto de sus amigos.
De repente aparece frete a mí un extraño ser de grandes ojos oscuros y un brillo en su interior que me deja inmóvil, noto como si me quedase totalmente anclado en una especia de masa deforme que me comienza a envolver desde abajo. Siento pánico.

Al poco tiempo todo a mi alrededor va desapareciendo, de nuevo la oscuridad lo invade todo. Me siento ahogado en mi propio grito de desesperación. No consigo pronunciar en mi conciencia ni una palabra, quiero gritar Alicia.
EPILOGO
Suena el despertador, lo apago torpemente son las diez y cuarto de la mañana. Me levanto algo mareado. Estoy en mi casa, en mi habitación…
Continuará…. hasta el fin de esta historia….

SUSCRÍBETE A MI BLOG