Albodonales, 05 de abril de 1990

Queridísima Jacinta:

Espero que por fin no tengas excusas para no venir. Date cuenta de lo que he tenido que hacer para que así sea.  Y pueda de nuevo encontrarme con tu preciosa mirada. Nada menos que matar a tu primo Federico. Así por lo menos podré verte en el entierro. He pedido permiso al alcalde y al jefe de la Policía, que como sabes, son grandes amigos de mi consuegro, por la de veces que fornicaban juntos en aquella casa de golfas, y yo guardo muchas fotos de aquello. Acuérdate que era la época en que me dio por la fotografía; bueno pues sabiendo ellos lo de las fotos, es por esto, que me van a permitir asistir al entierro.

Te preguntarás que por qué elegí de víctima a tu primo Federico. Pues la verdad es que sabía que es el más tonto de todos tus primos y es al que menos se le echaría en falta. De hecho, por lo que me cuentan los amigos que vienen a verme, ya casi todo el mundo se ha olvidado de su falta. Era un bobalicón que no servía para mucho, siempre escaqueándose del duro trabajo del campo, mientras los demás se partían el pecho, y él a lo suyo, a esconderse en la cueva para cazar murciélagos que luego trituraba y lo echaba en el gazpacho que nos bebíamos todos después de la dura faena.

Acuérdate de cuando se cepillaba a la hija mongolita de Doña Serafina la enviudá, que se la llevaba con engaños al almacén de tus padres y allí se la beneficiaba, a la par que dejaba que los muchachos miraran, previo pago claro de 50 duros a cada uno, bueno a los menores de 12 años se lo dejaba en 30.

 Menudo elemento tu primo Federico. No había mujer que no le repartiese de vez en cuando alguna que otra sostia, por sobarle el culo o sus tetas, cuando todos estábamos en la misa, y las mujeres de lo más concentradas en las palabras del cura.

Lo peor, ahora que recuerdo, fue cuando Federico quemó todos los carros y mulas de los labriegos, y a la pobre Engracia que se había quedado dormida en uno de los carros, agotada de tanto faenar en las tierras de su cuñao. No quedaron ni los dientes, todo era carbonilla, pobre chiquilla en la flor de la vida.

Bueno espero con impaciencia vengas, sin excusas, a este entierro, qué por ser tu primo, no te quede más remedio. Vaya un sacrificio que tiene que hacer uno con tal de tener cerca a la mujer que ama.

Con un fuerte abrazo se despide siempre tuyo Fernando Estrojajo Sánchez.

P.D: Esta Semana Santa salgo en un paso con la procesión del Santo Pancracio Mártir. Yo hago de Mártir, con una lanza clavada en mi pecho.

Querido Fernando:

Me siento muy alagada por tus palabras, en estos momentos estoy recogiendo el agua con unas toallas.

No sé si podré ir al entierro de mi primo. Ha sido un bonito gesto el tuyo para que podamos encontrarnos. El caso es que tengo muchas cosas que hacer. Ese día no puedo dejar al gato sin comida, ni dejar de coserle los calzoncillos a los presos de la cárcel.

Como bien sabes, estoy en un programa especial de ayuda a los centros penitenciarios, por escasez de personal, debido al trágico suceso ocurrido en los últimos tiempos en las cárceles de nuestro país. Ya sabes que han quitado las natillas del postre en las comidas de los empleados, es por esto, que ha renunciado más de la mitad del personal civil al servicio carcelero.

De todos modos, mándame fotos de tu ajusticiamiento, no sé si te ahorcarán, o te mandarán a la silla eléctrica, será muy emocionante, ya verás, saldrás en todos los periódicos. Vas a ser muy famoso, estoy muy orgullosa de ti.

Bueno se despide siempre tuya, tu amiga Jacinta Pascua Gordilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

San Jacinto del Vallés


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