-Llama a todos los concejales, Juanita – le dice Gracián a su nueva secretaria, Juana Lavado nueva en el puesto. No tuvo más remedio que ofrecerle el trabajo al ser la hermana de su suegra. La insistencia durante años le pasó la correspondiente factura.

En el despacho de alcaldía se reúnen todos los concejales que forman el nuevo equipo de gobierno.

– Veamos queridos compañeros debemos trazar, a grueso modo, las nuevas líneas de actuación y quiero que expongáis vuestras propuestas. Líneas de actuación en cada materia que se os ha asignado – les habla Gracián poniéndose de pie, detrás de su gran mesa de madera envejecida por el paso del tiempo

Aquello comenzó a parecerse más a un bullicioso gallinero en el que todos hablaban a la vez y nadie sacaba nada en claro, que a una reunión de trabajo.

Después de una hora Gracián, mientras emborrona un papel con un bolígrafo rojo que había en encontrado en uno de sus cajones, da varios sorbos a su petaca que también guardaba en otro de sus cajones.

– Bueno señoras y señores concejales vayan a sus despachos y elaboren planes estratégicos, líneas de actuación y vayan concretando para ir elaborando luego los presupuestos que ya analizaremos la concejala de hacienda y cuentas junto con el secretario y un servidor.

Se marchan del despacho todos excepto el teniente alcalde, mano de derecha de Gracián y Felipe Majaron, fiel desde años a la causa, al que le estaban buscando acomodo en la burocracia del Ayuntamiento.

Vaya buena se lio el otro día en el pleno me dijeron je, je, je – Dice Felipe para romper el silencio que dio lugar la marcha del resto de asistentes.

– Sí, estos fachas que no entienden nada, qué van a entender…qué van a entender…- Suspira varias veces el alcalde mirando al suelo, en su interior guardaba algo de arrepentimiento por su comportamiento inapropiado en el último pleno, ahora que representaba a su ciudad como el mayor de los ediles.

– ¿Alguien conocía a esa mujer que preguntó por Romero? Luego nadie la vio salir con el alboroto que se produjo después – interrumpió Manuel Lazón, el teniente alcalde encargado de la policía y la seguridad.

– El bueno de Romero, qué habrá sido de él, es un jodido un misterio. La policía no sabe nada, ayer llamé a Salustiano el jefe de los nacionales y nada de nada, la Guardia Civil tampoco tiene ninguna pista.

– Gracián, Romero fue siempre un gran trabajador de nuestra causa y nuestro partido, como se las ingenió para arreglar lo de las papeletas y eso… en las elecciones, je je je…- Dijo Felipe mirando al vacío.

-Calla, calla que las paredes hablan – le increpó en voz baja Manuel.

-Un Valiente. Me consta de su agradecimiento, sobre todo cuando le ayudamos a tapar todo aquello que pasó con su mujer – dijo Gracián vertiendo un poco del contenido de su petaca en un vaso de cristal, que otras veces sirvió de sujeta libros.

Suena el teléfono, le comunican a Gracián que hay un periodista, al que bien conoce, esperando para hacerle unas preguntas.

– Dejadme solo, a este lo despacho rápido – les dice Gracián a sus dos amigos mientras los acompaña hacia la puerta.

– Gracias por concederme estos minutos – saluda dando la mano al alcalde Antonio Palacios, instantes después de adentrarse en el despacho. Se auto presenta como el decano de prensa y radio allá por donde va, en la ciudad que le vio crecer profesionalmente. Hombre alto, adorna su cabeza con un gran tupe bien peinado, viste con chaqueta y pañuelo al cuello, pantalón bien planchado por su mujer y zapatos relucientes de marca. De su hombro cuelga un aparato de grabación y sujeta en su mano derecha un micrófono conectado por un fino cable negro.

– Sino le importa señor alcalde voy a grabar nuestra pequeña entrevista.

-Proceda como usted mejor vea, no hay problemas – le contesta Gracián, muestra dientes, sonrisa un tanto forzada.

Al sentarse Antonio se enreda con el cable y acaba torciendo la nariz del alcalde al darle con el micrófono causa de un brusco movimiento.

– ¡Coño! – Exclama, sin pensar, el alcalde algo malhumorado.

– ¡Mil perdones! – Respuesta de un nervioso periodista que intenta el desenredo del cable y la situación.

Ya bien acomodados entrevistado y entrevistador, comienzan las preguntas.

Antonio quiere mirar tras la cortina hecha de respuestas llenas de tópicos y todo aquello que el ciudadano espera, en cuanto a retos, lo deseado, la labor a realizar. El manido y vacío discurso ya le resbalaba por su acalorada frente. Al notar la espalda algo dolorida debido a la mala postura sosteniendo el micro cerca de la voz de su alcalde, Antonio, le traslada su última pregunta, la que realmente más atrae la atención al periodista.

¿No le parece extraño que aún no se sepa absolutamente nada del señor Romero, al que nunca se le vio salir de este edificio el día de su desaparición y no se ha encontrado rastro alguno en ninguna de las dependencias de este Ayuntamiento? – Pregunta consiguiendo que el rostro amable del alcalde se torne y frunza el ceño.

En ese momento se apagaron las luces de repente, un trueno sonó en el exterior y comenzó a llover con violencia, las gotas chocaban con gran virulencia contra los cristales de las ventanas del despacho.

Gracián se puso algo nervioso y despidió con palabras atropelladas al periodista, que recoge su grabadora que estaba en medio de la mesa de trabajo del alcalde e intenta colgarla de su hombro con prisas y torpeza, consigue que resbale y termina por sujetar la grabadora con ambas manos antes de que caiga al suelo.

Antonio al salir del viejo edificio tropieza con dos hombres ataviados con negros trajes y gafas de sol oscuras, hacen que se gire como una marioneta y justo en ese momento se encuentra, justo de frente, con una señora de edad, su delgado y arrugado rostro, y su traje negro muy enjuto, llama la atención del periodista. La elegante señora le saluda muy educada y se marcha por el sentido contrario.

Antonio, ya en su casa, se percata de que no está la cinta magnética en el interior del aparato de grabación que sirvió para la entrevista que le acaba de hacer a Gracián.


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