Vanidades sin esquinas IX
Relatos Cortos / 9 enero, 2020 / Mario GrageraAntonio logra averiguar la manera de poder entrevistarse con Sara, la hermana de la fallecida mujer del desaparecido Villafaina. Después de un trabajo de investigación que no le llevó demasiado tiempo, no más allá de hacer las preguntas correctas a las personas adecuadas.
Se dirige aquella fría mañana de invierno hacia el hospital psiquiátrico, o manicomio, como todos los afincados, a los que se les solicitaba la ubicación del lugar, lo llamaban comúnmente. Está a unos 45 kilómetros, a las afueras de la población de Civiche.
Sabe que hoy toca turno a personal novato y con poca experiencia, el médico de guardia no es el que suele tratarla y no debe estar tan pendiente de ella.
Consigue convencer al personal que le atiende para que le dejen ver a Sara, con argumentos poco convincentes, pero que logran el propósito ante la poca experiencia, en este caso, de la joven auxiliar que lo atiende.
Después de una relatada Antonio acaba con – sí ya le he dicho que soy su primo, y hace mucho que no vengo por aquí. Estoy de paso y sino la consigo ver a hora sabrá Dios cuando pasaré de nuevo por estas tierras, vivo muy lejos, hágase cargo por favor.
La auxiliar le indica el pasillo al que debe acceder para poder visitar a la enferma.
– Hola Sara, me llamo Antonio soy amigo de tu familia, quiero hacerte unas preguntas. – Antonio se sienta en una pequeña butaca de piel gastada color hueso, que esta junto a la silla en la que Sara descansa su pequeño y frágil cuerpo, en un iluminado pasillo con grandes ventanales que dan a un gran patio interior que luce limoneros.
Sara permanece inmóvil con la mirada totalmente perdida durante unos minutos que para Antonio suponen una eternidad, sabe que no cuenta con todo el tiempo que a él le gustaría.
De repente Sara coge de la mano a Antonio y le dice: – A mi hermana la mató ese hijo de puta que le hacía la vida imposible, si fuiste su amigo no quiero hablar contigo… mejor que te marches.
-Tranquila no era su amigo apenas lo conocí, solo necesito saber que le ocurrió a tu hermano. ¿Sabes dónde encontrarlo? – Ella le sigue sosteniendo la mano con delicadeza al periodista y lo mira fijamente en silencio.
– Mi hermano era una eminencia, lo tenían muy bien considerado en su empresa, en Alemania…Pero de repente un buen día desaparece, y nos cuentan desde allí que se marchó, sin decir nada, a hacer una excursión a no sé qué montaña y que lo estuvieron buscando pero sin dar con él. No sabemos nada desde entonces. Yo creo que ese mal nacido lo extorsionaba y algo malo le debió hacer, era un mal bicho…- dijo Sara entre sollozos.
-¿ Por qué lo habría de chantajear Villafaina, qué sabía de tu hermano? – Las prisas apresuraban a Antonio, debía saber qué secreto guardaba su hermano y del que Romero ansiaba apoderarse.
-No lo sé, por favor intente averiguar lo que les pasó a mis hermanos – de nuevo coge de la mano a Antonio entre sollozos, saca del bolsillo de su rebeca de lana una fotografía, en la que se ven juntos a su hermana y a su hermano sonrientes y abrazados. Se la entrega al periodista.
Antonio de despidió de Sara, quedó algo perplejo y triste después de oír toda aquella historia.
Horas más tarde, mientras dolores, su mujer, terminaba de limpiar la cocina, Antonio sentado cómodamente en su sofá miraba la televisión sin prestarle demasiada atención, comenzaba a adentrarse en un estado de adormecimiento que detuvo el sonido del teléfono. Se extrañó, no era normal a esas horas de la noche que alguien lo llamase.
– ¿Ha podido averiguar algo, nuestro querido journalist? – La voz de la mujer de oscuros trajes y pelo blanco le habló en un tono condescendiente desde el otro lado de la línea telefónica.
Antonio le comentó todo lo que Sara le había contado horas atrás. Le preguntó a la misteriosa mujer si cabría la posibilidad de hacerle entrar en casa de Villafaina de manera discreta para buscar alguna pista.
– Alguien se pondrá en contacto con usted mañana para darle instrucciones – dicho esto colgó el teléfono. Antonio, que aun sujetaba el auricular, quedó ensimismado hasta que su mujer le preguntó qué con quién hablaba.
Abrazó a Dolores y beso su frente con ternura – cosas del trabajo no te preocupes. Me voy a la cama que me temo que mañana me espera un día ajetreado.
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