Antonio acomodado en su sofá viendo la televisión, desgracias y más desgracias  que se sirven frías en el telediario, se evade con sus pensamientos. Continúa recordando su secuestro y la posterior aparición en el hotel.

– ¿Que andará buscando esta gente tan refinada y seguro que poderosa, en una ciudad perdida como esta?

– Mejor no voy a acudir a la policía a contarles mi caso – habla en voz baja consigo mismo. Acaba rendido a su espíritu periodístico y curiosidad. Toma la decisión de seguir investigando, el caso se hace cada vez más interesante y por supuesto peligroso, riesgo que decide asumir. Sabe que la policía puede entorpecer al conocer lo ocurrido, y podría ser vigilado o maniatado.

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La policía busca posibles pistas en casa de Gracián, pero no hayan nada que pueda llevarle a los autores del registro que ha tenido lugar en casa del alacalde.

-Esto es obra de gente profesional no hay duda – le dice Severino, el jefe de la policía, al aun muy alterado y nervioso Gracián.

-¡Por los muertos de Primo de Rivera y toda su generación! ¿Qué coño está pasando? Estoy muy asustado, no quiero que a mi familia le pase nada.

-Tranquilo Gracián por lo pronto voy a ponerte policías en la puerta de tu casa noche y día.

 

 

 

-Sí, y debemos buscar algún tipo de escolta para mi protección personal ¿no te parece? – Contesta un aturdido alcalde.

– ¿Sabes si puede haber alguien que te esté buscando las cosquillas, tú ya me entiendes. Alguna cuenta pendiente, algo que tengas guardado y sea lo suficientemente valioso para alguien? – Le pregunta Severino.

– No, yo no tengo nada que esconder. Tú ya me conoces desde hace muchos años.

– Bueno estate tranquilo que todo se solucionará, no te preocupes por tu familia, estaremos con todos nuestros ojos bien abiertos – dice Severino colocando la mano en el hombro del alcalde, intentando tranquilizarlo.

Severino acompaña a un Gracián, ya más tranquilo, para ir hasta el ayuntamiento en el coche del jede de policía, un Renault 11 recién adquirido.

Gracián sube las escaleras hasta su despacho, ya está oscureciendo al entrar la tarde, y apenas hay gente en el Ayuntamiento. Quiere acabar de ver unos asuntos que trata con sus concejales, sobre propuestas y dineros.

-“A ver con quien coño me tengo que reunir para sacar adelante lo de la semana cultural y gastronómica, hay que darle mambo a esta gente joder”- piensa mientras se acerca a la puerta de su despacho que está cerrada, algo que no suele ocurrir, le gusta tenerla siempre abierta. Más que una manía, es una manera de mostrar que su despacho siempre está abierto para todos.

Al abrir, busca el interruptor de la luz, pero en ese momento nota como una mano muy grande agarra la suya impidiendo encender la lámpara del techo, lo que provoca que de un respingo. Cuando intenta ver qué sucede otra mano le tapa la boca y le dice casi susurrando que no grite ni se altere, y se siente en la silla frente a su mesa, al otro lado de donde él se suele sentar en su sillón de amplio respaldo de cuero.

Gracián se sienta y permanece paralizado, el miedo lo tiene aterrado. No puede ver nada, tan solo sombras que se mueven a su alrededor.

La luz de su pequeña lámpara flexo, colocada en un extremo de su mesa, se enciende de repente. Puede apreciar una figura, parece un señor delgado, a deducir por lo único que puede ver bien, que son sus huesudas manos; está sentado en su sillón.

Nota la presencia de otros dos hombres que están tras él, de pie, inmóviles.

 

 

Uno de ellos lo sujeta por los hombros para impedir que se levante de la silla, el hombre de manos huesudas frente a él, al que no puede ver su rostro, hace un gesto para que lo dejen de sujetar.

Gracián comienza a oír una voz grave y pausada.

– Sabemos que usted tenía una especial relación con el señor Romero, dejémonos de evasivas por favor, no hagamos esto más… digamos violento y desagradable. Queremos saber dónde está.

– Cómo quieren que lo sepa, sé lo que todo el mundo, ha desaparecido y la policía no tiene pista alguna – Le contesta al hombre sin rostro que tiene frente a él.

-No me refiero a Romero Villafaniana, ya le he advertido que no quiero evasivas, no nos lo ponga más difícil. Se lo repito otra vez ¿dónde está? O mejor formulo la pregunta de una manera más precisa, porque imagino que habrá varios, ¿donde están?

 

 


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