Vanidades sin esquinas XI
Relatos Cortos / 30 enero, 2020 / Mario GrageraAntonio aquella fría mañana de invierno se levantó temprano, debía dirigirse a la cercana población de Malpartida la Calle, donde se encuentra ubicada la oficina principal del Banco Atlántico; debe poner al día y gestionar unos préstamos que el banco le había concedido hace años, un mal negocio que le tiene preocupado desde hace tiempo. Si algo odia el periodista es deber dinero y más a un banco, pero no queda más remedio que estar en manos de ellos, ya le estaba doliendo la cabeza por este asunto, es por esta razón por lo que había concertado cita con el director de tal oficina.
Se adentra en su vehículo, todos los cristales están empañados a causa del tiempo gélido.
Al acomodarse se da cuenta de que en la parte inferior izquierda del parabrisas hay un círculo con una extraña figura en su interior, como si alguien lo hubiese dibujado en el vaho con un dedo muy fino o la rama de un árbol.
Aquel dibujo lo había visto antes pero no lo recuerda. De repente el mismo circulo aparece en el cristal de su ventana, estaba seguro de que no estaba cuando se introdujo en el coche, es más grande que el que todavía aparece en el parabrisas.
Es un círculo y en su interior aparecen dibujados en el cristal otros tres círculos, son engranajes y lo que parece un rayo los atraviesa, sabe que lo ha visto antes pero no recuerda donde.
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– Don Severino…señor
– Qué quiere cabo Fernández
– Parece ser, que en casa de Romero Villafaina ha debido entrar gente extraña. La señora que solía ir a limpiar nos lo ha acaba de decir, nos ha llamado por teléfono. Dice que hace unos días estuvo allí porque se dejó un paraguas olvidado, al entrar vio la casa más desordenada de cómo ella misma la dejó antes de que desapareciese Villafaiana, cree que han debido entrar para buscar algo.
– ¡Me cago en todos los muertos y la calavera de su padre! Y seguimos sin pistas, me están presionando desde arriba y ya no sé que más gaitas o laberintos contarles. Ahora para más inri, resulta que tenemos a otros curiosos dando por culo, ¡joder! – Un enfurecido jefe de policía tira la carpeta que sujeta con sus manos contra la pared, debido a la fuerte ofuscación que le produce no poder resolver el caso.
Y añade a voces – y luego está el caso de Gracián, el alcalde muerto en extrañas circunstancias, no me creo que fuese por un infarto. Algo me huele mal, ¡coño!
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Al volver de su vista con el director de la sucursal bancaria Antonio comprueba que el vaho ya ha desparecido, y los dibujos que aparecieron en los cristales de su coche tampoco están; pero han quedado grabado en su memoria. No deja de darle vueltas a la cabeza buscando dónde lo ha visto antes.
Al llegar a casa se sienta en el sofá junto a la televisión y respira profundamente.
Saca sus pertenencias del bolsillo de la chaqueta y un papel arrugado, recuerda que escribió los números e indicaciones de la pequeña agenda que encontraron el cajón oculto de la mesa de Villafaina, antes de que los esbirros de la organización se la quietasen de las manos y se la llevaran.
-Seguro que son los números para abrir una caja fuerte pero… ¿dónde coño la ocultaría este hombre? – Se dice a sí mismo, mientras se quita los zapatos para liberar sus doloridos pies.
-¡Julio!- grita de repente.
Se levanta del cómodo sillón y a toda prisa busca en el cajón de su mesa de trabajo, donde guardaba la fotografía que Sara le dio, la fotografía de sus hermanos.
-No me lo puedo creer, es el mismo distintivo que ha aparecido misteriosamente en los cristales empañados de mi coche, ¡joder esto es cosa de brujas! – Alza la mirada al techo voz en grito.
Su mujer, Dolores, aparece en el salón, acude al oír la exclamación de su marido, mira asombrada. Antonio se acerca a ella y la besa en los labios, como antaño, de la manera que hace revolver el interior del baúl de los recuerdos tiernos de juventud. A Dolores le tiemblan las piernas.
La chaqueta oscura que viste en la foto, Julio, cuñado de Villafaina, el ingeniero que desapareció, lleva bordado el mismo circulo con engranajes en su interior y un rayo que los atraviesa, debía ser el logotipo de su empresa en Düsseldorf.
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