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El amor tuvo clases
Uncategorized / 22 diciembre, 2021 / Mario GrageraPudo haber ocurrido de esta manera…
El treintañero Venancio, alto de hombros equilibrados y firmes, manos que acompañan a su acompasado andar no por ello menos decidido. Rostro delgado y cierta palidez iluminado por su amplia sonrisa que normalmente no le abandona en su natural acontecer. Sube solapas de aquel abrigo abotonado de tres cuartos color gris oscuro.
Saluda a Fermín, saluda a Joaquín, saluda a cuantos conoce por haches o por bes, que se le cruzan calle Real arriba mientras él la baja camino a su primera parada: el puesto de flores frente al bar Plata, que atiende la siempre simpática Maribel, ya le tiene preparado su ramo de rosas y en el centro un clavel. Levanta su sombrero de ala estrecha y se despide con otra sonrisa, la de después del saludo.
Se dirige como cada sábado, de los últimos tres, a las 12:30 para llamar al timbre de la casa en primera y única planta superior, donde sabe que le espera la mujer de sus deseos. En sueños le parece siempre bella y engalanada, con su mejor expresión de alegría.
Ya era la cuarta entrega de flores en lo iba de aquel mes de diciembre, de poco frío para lo que el invierno tenía acostumbrado. Flores como previo presente al posterior paseo por parques de patos y cantos de estorninos.
Su sorpresa esa mañana fue mayúscula al aparecer tras la puerta la madre no su hija. Alejandra no saldría ni ese ni siguientes días. Prometida estaba con el hijo del director del Hispano Americano.
El desolado y entristecido Venancio agachó la cabeza al oír tan desagradable noticia que atravesó su palpitante corazón, sitió dolor en el pecho. Se despidió de la madre con toda la educación de la que dispuso, que obligó a articular palabras, su escasa voz sujetaba y apenas se oían.
Bebiendo vinos sentado en una apartada mesa del bar del Obrero sonreía, sonrisa torcida, al verse tan ingenuo. Qué iluso al pensar que podía conquistar un corazón noble por él que era poco hombre.
Años más tarde marchó de su pueblo de adopción. Cuentan que su nombre cambió por el de ilustre de las letras: Jardiel.
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