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El aviso del Sol (I)
Relatos Cortos / 29 mayo, 2020 / Mario GrageraAbrió el día otra mañana, esta vez de luz, temperatura suave y más canticos de pájaros, no como las que las que le precedieron.
Hugo Reismen Ascárate, descendiente de una noble estirpe de origen alemán, familia acomodada por los siglos de mercadeos con barcos que surcaron mares de los que bañan varios continentes; se dispone a comenzar su nuevo día en la residencia Genaro de Posis, lugar donde le ofrecen todo tipo de cuidados y remedios para tratar sus jaquecas y frecuentes dolores estomacales.
Algo aturdido por el cambio de su medicación ha dormido, eso sí,más de lo habitual, observa con detenimiento su viejo reloj, siempre colocado encima de la mesilla de noche, de madera repintada de blanco, con la esfera mirando a su cama.
– Parece que he dormido una hora más de lo habitual, bueno mi quebrada cabeza lo agradecerá a buen seguro – susurra con la mirada borrosa fijada en el parquet. Se incorpora para hacer sus habituales flexiones sobre el suelo de madera oscura y gastada.
Al poco tiempo de ejercicios, dos golpes suenan en la puerta para a continuación entrar Jerónimo uno de los cuidadores del centro sanador.
– Buenos días señor Reismen, ¿qué tal ha dormido hoy? Ya me comentó el doctor Álvarez que le cambiaron las pastillas.
Hugo continuaba con sus flexiones sin hacer mucho caso a lo que Jerónimo le decía. Terminó su decimocuarta flexión y descansó su cuerpo en el suelo, giró su cara hacia la derecha para poder soltar aire y contestar a su cuidador al que le tenía en gran estima.
– Pues sí, algo mareado me desperté, pero he dormido una hora más de lo normal, espero que el mareo sea por la falta de costumbre y por bueno vea el cambio de medicamentos – contesta con voz pausada.
Hugo se mira frente al espejo colocado en la pared, la opuesta a la ventana desde la que se observa el jardín exterior, de donde vienen los sonidos de pájaros que revolotean por los limoneros.
– Aparenta usted la edad de un hombre bien parecido de mediana edad, no se podrá quejar – le dice un sonriente Jerónimo al tiempo que limpia con un pequeño cepillo restos de polvo acumulado en una de las estanterías justo encima de la mesilla, al lado del armario color roble con tiradores dorados que fue petición de Hugo y debieron complacerle para hacerla más cómoda y acogedora su estancia.
– Pues sí esa es la verdad, aparento 48 de los 55 que me sostienen, he de repasarme la barba eso sí, ya me ha crecido en demasía – contesta Hugo observando su figura, que voltea con estilo y brazos en jarra.
– Es asombroso como mantiene la edad en la que su reloj biológico se detuvo…En ciertos aspectos. Si supiese que en realidad cuenta ya con 137 años – Una voz, solo se oye tras el espejo que observa, junto a otras sombras…
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#eterno
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