Capítulo 4

 

 

–Aurora, cuando salga de aquí pienso llevarla a un elegante restaurante a cenar, y luego a bailar un buen tango en París– le dije muy sonriente a la cariñosa cuidadora moviendo el bigote a continuación.

Ella era la más servicial y atenta de todas las enfermeras que habían pasado por tan ilustre casa de majaras. Atractiva, de cabello rubio y ojos verdes que mostraban, al menos para mí, bondad y ternura.

–Sí, cuento con ello, y quítese los calzoncillos de la cabeza que no le favorece don Alejandro– me dijo aguantándose la risa mientras recogía ropa que tenía tirada por el suelo.

–¿Sigue la Policía abajo?– le pregunté a la rubia de ojos claros mientras me asomaba por la ventana.

Abajo había varios vehículos de policía: unos oscuros y discretos, los que suelen transportar policías con caras de hueso duro, chaqueta y corbata, y otros con distintivos de varios colores para los uniformados nacionales…

 

Ilustración: Piedad Lumera


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