Mi querida Juancha:

 

Aquí sigo esperando que me contestes a mi última carta, sí, esa en la que te pido que me devuelvas todos mis muebles, que ya va para 14 meses desde que nos separamos. He tenido que cambiar de residencia cinco veces en todo este tiempo. Ahora vivo debajo del “Puente de los Cuatro Ojos”. Me he instalado con dos fumetas y un vagabundo.

 

Nos vendría muy bien la cómoda y el mueble con vitrina del salón para colocar nuestra vajilla de porcelana, y sobre todo el mueble zapatero que siempre es un desahogo.

 

Ya sabes que te he perdonado, por ponerme los cuernos con los tres vecinos esos con los que te liaste el día de nuestro aniversario.

 

Puedo volver a casa en cuanto quieras, aunque ahora vivo la mar de bien. Me lo paso fenomenal con mis nuevos amigos y compañeros de hogar.

 

Pascasio, el vagabundo, nos tiene siempre muy entretenido quitándole las pulgas y garrapatas que le pegan sus animalicos.

 

Pedro y Antonio son muy tranquilos casi siempre están tirados por el suelo y hablan poco.

 

Hemos puesto una mesa camilla en el medio de uno de los huecos del puente, y debajo de la mesa un brasero eléctrico de adorno. La falda de la camilla está toda agujereada, Pedro y Antonio son un poco descuidados cuando fuman.

 

El otro día cogimos un váter que encontramos en un contenedor de esos que ponen en las calles donde hay obras, y lo hemos puesto en un rincón rodeado de unas bonitas cortinas, por aquello de hacerlo más íntimo. Pascasio tiene la manía de sonarse los mocos con ellas mientras hace sus deposiciones. A mis otros compañeros nunca los veo usarlo, casi siempre están tirados por alguna parte boca abajo.

 

Con la comida nos las arreglamos bien. El otro día sin ir más lejos – a dónde coño íbamos a ir – hicimos una cena estupenda con perejil tostado a la plancha, diez hojas de laurel y un poco de pimienta que robamos del supermercado.

 

Ya no te quiero seguir aburriendo con mis asuntos cotidianos, puesto que supongo que te importan un carajo. Así pues, me despido esperando está vez que me mandes una carta, aquí debajo del puente.

 

El que siempre te querrá más que nadie, Alejandro Sarcullo González.

 

 

Mi querido Alejandro:

 

Está vez he decidido escribirte porque me tienes hasta la tarraña con tus impertinentes cartas.

 

Me importa un carajo, como bien me escribes en tú última carta, todo lo que te pase. Te tengo que recordar por enésima vez que yo no te puse los cuernos aquel día que celebrábamos nuestro aniversario, ese día, a ver si te enteras de una puñetera vez, so pedazo de mamarracho, acabaste como una cuba en el puticlub.

 

Mis amables vecinos, que me encontraron sola en la calle, me llevaron a casa cuando me vieron andando, llorando, y toda mojada a causa de la tormenta que hubo esa noche.

 

Tus muebles los he vendido porque me traían muy malos recuerdos y he comprado otros. De todos modos, eran muy horteras, de muy mala calidad, y el que no estaba podrido, estaba arañado y rozado. Me cuentas que te devuelva uno con vitrina, pero si nunca hemos tenido uno así so imbécil.

 

Bueno espero que me dejes vivir mi vida en paz para siempre, deseándote lo mejor con tu nueva familia.

 

Me despido esperando ya nunca más saber de ti. Ya le pediré a algún muchacho del barrio que te acerque la carta al puente, porque como comprenderás el Servicio de Correos no entrega cartas allí, so majadero.

 

Juancha Bemol Carrizo.

 

P.D.¡Merluzo!

 

Esto lo pongo porque es viernes y apetece ¡qué coño!

 

 

 


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