Cómo nos mueven los hilos en la España nuestra
Actualidad, Crítica Social / 25 abril, 2018 / Mario GrageraEsta puñetera y de putañeros España nuestra.
Ahora salen a la luz la secretas conversaciones en Casa Real. Conversaciones que ocurrieron hace años, no demasiados, para tratar importante asunto con pulcritud y seriedad, en despacho exquisito y refinado, el tema así lo requería. Con el fin de salvar a la princesa y a su marido, el ilustre ilustrado Urdangarín, que nunca había robado, o eso dijo él.
Se reunieron un buen día el presidente de nuestro gobierno y el ministro de justicia del momento, con el entonces rey de España y de todos los españoles, para ver como se hacía eso de salvar a la princesa, a la infanta Cristina, de un juicio por corruptelas, por apropiarse de lo suyo y de lo que no lo era. Para seguir peinándose por 300 euros a la semana, o seguir teniendo palacete de 35.000 € al mes de hipoteca. Ella no sabía como salía de su bolsillo aquella tarjeta mágica de Aizoon que pagaba y pagaba bienes, servicios, lujos, caprichos; pero ella no sabía… ¡Oiga, ella no sabía! ¡No!
Para el esposo Urdangarín otro plan urdieron: a la cárcel con él. Si él se quemase, la luz y el mucho humo que causase su hoguera, nos cegaría al resto y ella, la pobre Cristina, a salvo permanecería tras la humareda. No tuvieron en cuenta a un corajudo juez que, al menos, consiguió hacerla sentar en el banquillo de la vergüenza. Aún así, los gruesos hilos movidos por los que realmente reparten justicia para las élites, ya inventaron lo necesario para exculparla, y así se librarse de cualquier pena o penuria.
Miremos a donde miremos, curiosas son, cuando menos, las formas en las que se manejan los asuntos de justicia, en cada casa a su modo. Siempre salen airosos los mismos: los del cortijo andaluz,los de la masía catalana, los de la casa del campo madrileña, o los de la barraca valenciana por ponerles algunos ejemplos.
De verdad que alguien puede pensar, a estas fechas de nuestra historia de vividores libertinos putañeros de altas cunas, o de grandes trepadores, que la justicia se administra de la misma manera bien sea para unos que para otros. Siempre existió una justicia para ricos y otra para pobres.
Sea usted bueno – nos dicen – pague usted sus impuestos, pague usted la fiesta – originada por el despilfarro de la codicia que acaba quebrando las cuentas, nuestras cuentas al fin y a la postre.
Es por esto normal que a muchos nos entre la risa floja y pensemos: sálvese quien pueda.
Viendo estos ejemplos haga usted el idiota si así lo considere, que yo me voy por el atajo, que a cuentas me trae para no pasar las miserias que estos majaderos pretenden.
Y afirman, en conclusión,
de los oficios que canto,
que ya no hay oficio santo
sino el de la Inquisición;
quien no es ladrillo es ladrón,
toda mi vida lo oí.
F.Quevedo.
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