
Primer control de la tarde. Basado en hechos reales
Relatos Cortos / 5 enero, 2021 / Mario GrageraEn otro de los rutinarios controles los dos uniformados indican al conductor que detenga el vehículo que aparece frente a ellos. Lo estaban esperando tras el aviso por radio.
– Buenas tardes caballero – habla muy serio el cabo Beltrán, una vez la ventanilla bajó por completo y el rostro de aquel joven bien se aprecia, semblante que refleja algo de nerviosismo y una media sonrisa de circunstancias.
– Buenas tardes señor guardia, que tenga buena guardia – dice sin pensar el joven Gabriel, separando los largos y rubios rizos que le caen en la frente, cierra un ojo y atrapa unos pelos – qué estúpido eso se dice cuando se vayan no antes, tranquilo gilipollas – dice para sus adentros el joven mientras sujeta con fuerza el volante del coche.
Muy serio se asoma por detrás el sargento Carrasco.
– Deme la documentación del vehículo y permiso de conducir – Al coger la documentación, que el joven de manos inquietas sacó del hueco situado en la puerta del conductor del Volkswagen golf color azul perlado, se encaminó hacia el vehículo policial para comprobar los datos y antecedentes si los hubiese – mira qué si ahora estamos ante un tío chungo, buscado por algún jodido crimen de los gordos – piensa el cabo Beltrán, aburrido de llevar ya tantas horas en la salida de la autovía; con deseos de escapar de la rutina tediosa.
– ¿Sabe usted que conducía excediendo la velocidad permitida? – Le pregunta el Sargento Carrasco y añade – ¿ha bebido o fumado algo? Parece que tiene mala cara.
– No, no, ni bebido ni fumado… bueno un “piti” con unos colegas que me encontré al salir de casa, pero como tenía prisa fue darle un par de caladas y nada me monté en el carro señor.
– ¿Por qué conduce usted a esta velocidad? Usted no es consciente de que pone en peligro su vida, y lo que es peor la de los demás – le explica muy serio el sargento
Mientras le hacía soplar por el tubo de la máquina que comprueba el estado de embriaguez o ebriedad, se acerca por detrás el cabo Beltrán y le dice en voz baja al sargento: El chaval está limpio.
Después de alejarse lo suficiente para colocarse debajo una de las luminarias para mirar los valores de la máquina, el sargento Carrasco, con el permanente serio rostro, se acerca al vehículo del joven Gabriel detenido en el arcén, camina con paso un tanto apresurado lo que no tranquiliza al joven de pelo rizado.
-No tengo más remedio que ponerle una propuesta de sanción, ¿la va usted a firmar? Es por exceso de velocidad.
– ¿Se puede saber por qué conducía usted a tanta velocidad? – pregunta, curioso, el cabo Beltrán, esperando oír una buena excusa, verdadera o inventada…
Mire usted agente… señor oficial – comienza el joven a hablar de manera atropellada, muy nervioso, no quería más multas y problemas – es que llegaba tarde a la cita con el peluquero, está en la plaza alta, en Sanchidrián… – queda mudo de repente, mira al hombre uniformado que tiene justo delante con los ojos parecidos a los de un cachorro, un peludo caniche rubio.
– A la peluquería dice – Se gira Carrasco, dejando como única vista al joven Gabriel, el trasero uniformado de sargento, y frente al cabo continúa el ofuscado Pedro Carrasco a voces: Lo que te digo siempre, el mundo se va al carajo, ¡me cago en la metralleta de la Pasionaria!
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