Me despierto, veo hombres con batas blancas a mi alrededor, me siento muy aturdido mareado y como si me hubiesen dado una paliza.

Veo a través de una ventana de cristal unos seres sentados en unas extrañas sillas, conectados a cables, veo pantallas de fondo azul, monitores que muestran colores que parpadean.

Noto un pinchazo en mi brazo izquierdo y caigo en un sueño profundo.

Despierto de nuevo, estoy tumbado en el suelo de una de las salas de relajación. Me incorporo aturdido, pero no me siento tembloroso como en otras ocasiones.

Me acomodo en una butaca giratoria delante de una de las mesas de lectura. Me acaricio la frente la noto algo caliente.

Oigo un gimoteo, como si de un niño se tratase – “eso es imposible” – pienso – “mi cabeza está en otro lugar” – pienso de nuevo.

En un rincón de la sala hay un niño cabizbajo gimoteando. Mi cara de asombro no desaparece en los varios minutos que permanezco bloqueado.

–  Cómo es posible, ¿de dónde has salido? – dirijo mi voz hacia al pequeño arrodillado.

El pequeño me mira con ojos llorosos y se encamina hacia mí despacio, arrodillado, extiende sus manos. La ternura, muy escondida en mi interior hace acto de aparición, lo que origina unas ganas enormes de abrazarlo. Me sorprende manifestar estos sentimientos.

 

 

Me acerco a él y me agarra mi pierna derecha, debe sentirse muy solo.

De repente siento una dentellada brutal en mi pierna, grito sin poder remediarlo, el pequeño demonio abrió su boca como si de animal descontrolado se tratase y casi me arranca un trozo de piel de mi pantorrilla.

En un acto reflejo lo aparto dándole un puntapié.

– Maldito hijo de mala madre, vuelve a la carga –  veo como su boca se hace cada vez más grande y sus dientes afilados y retorcidos asoman como si fuesen los de un tiburón.

Huyo corriendo por los oscuros pasillos de la nave…

Si existe bicho asqueroso que más repugnancia me causa es la cucaracha. Llegué corriendo por pasillos de luces intermitentes no vi a nadie, la nave parece ausente de toda la vida que yo conocía, todo sigue siendo muy extraño y no dejo de darle vueltas en mi cabeza.

Llego a una sala iluminada, con más intensidad de lo normal.  Me convierto en una estatua de piedra, el miedo asco, la repulsa que siento en todo mi ser me paraliza.

Frente a mí una asquerosa cucaracha del tamaño de un conejo, de color negro, brilla como si fuese le capó de un mercedes años setenta negro recién pulido, se acerca con paso lento, parece que le pesa su panza asquerosa. A medida que me muevo con lentitud, ya sea de un lado a otro o dando pasos hacia atrás me sigue, parece que me ve y su objetivo está claro viene a por mí.

 

 

Las puertas de la sala en la que me encuentro se cierran, no puedo escapar, intento abrir una de ellas accionado el pulsador y no lo consigo – “alguien debe estar manipulando los accesos” –  fugaz pensamiento que aparto de mi mente de inmediato, debo concentrarme en eliminar el bicho asqueroso que tengo frente a mí y se acerca cada vez más.

La sala está vacía no hay elemento posible que me pueda valer como arma para defenderme.

Grito desesperado al ver que apenas está a un metro de mí, ahora parece que su tamaño es aún mayor.

Acabo propinando una patada con todas mis fuerzas en dirección al repulsivo monstruo que me quiere devorar, no supongo que sea otra la intención de la asquerosa cucaracha.

Grito como un loco, mi cara desencajada daría miedo a cualquier loquero que me tuviese enfrente, a continuación, doy un salto hacia arriba con todas mis fuerzas, en un acto reflejo descontrolado e irracional.

En el aire permanezco varios segundos, como si la gravedad dejase de trabajar, y un destello de luz que proviene del techo me ciega completamente, el aire que respiro lo siento cada vez más denso hasta que voy perdiendo la consciencia…


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